Capítulo 27

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Deslicé mis caderas entre las piernas de Ossian y ajusté mi posición, sintiendo el volante bajo mis manos y los pedales listos para responder a mis órdenes. Respire profundamente, centrando mi atención en la carretera y bloqueando cualquier distracción.

Con determinación, aceleré el vehículo y tracé un nuevo rumbo, buscando rutas alternativas y calles menos transitadas que nos permitan escapar de nuestros perseguidores. Cada giro era calculado, cada maniobra ejecutada con precisión mientras mantenía la velocidad y la compostura.

Mientras conducía, mi mente trabajaba a toda velocidad, evaluando posibles estrategias de escape y planos de acción. No podía permitirme cometer errores; nuestras vidas dependían de ello.

La persecución se prolongó, con los coches negros aún en nuestra estela, como sombras persistentes acechándonos en la oscuridad de la noche. Cada maniobra, cada giro brusco, era una lucha contra el tiempo y la adversidad, pero yo mantenía mi determinación intacta, guiando el vehículo con destreza y agilidad por las tortuosas calles de la ciudad.

En un momento crítico, conseguí despistar durante un instante a los coches, avisté un garaje a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, decidí arriesgarme y dirigir el coche hacia allí, aumentando la velocidad en un último esfuerzo por perder a nuestros perseguidores.

Con habilidad y reflejos rápidos, giré el volante en un derrape controlado, deslizando el vehículo justo a tiempo para colarse entre las puertas del garaje que comenzaban a cerrarse. El metal chirrió con un sonido estridente mientras las puertas se cerraban a nuestro paso, y el coche se deslizó al interior del garaje en el último momento, dejando a nuestros perseguidores pasando de largo por la calle, sin darnos alcance.

La sensación de alivio fue inmediata al ver cómo los coches negros continuaban su camino, sin detenerse frente al garaje. Por un momento, el silencio del lugar se vio interrumpido únicamente por el rugido del motor del coche y el eco de nuestras respiraciones agitadas.

Con las manos aún temblando por la tensión del momento, solté un suspiro de alivio y me recosté contra el pecho de Ossian, permitiéndome un breve momento de descanso después de la intensa persecución. Ossian, por su parte, permanecía en silencio, pero podía sentir su presencia a mi espalda, compartiendo el alivio y la satisfacción de haber superado otro desafío.

El garaje estaba envuelto en una penumbra, con solo la tenue luz de las farolas que se filtraba por las pequeñas ventanas en lo alto iluminando el espacio. El sonido del motor del coche se desvaneció lentamente al apagarlo, dejando un silencio casi sepulcral en su lugar.

—Buena conducción, Presa — murmuró junto a mi oído, lo que provocó que se me erizara la piel.

Con un gesto de desinterés, tiró las esposas sobre el asiento del copiloto. Ni siquiera tuve la necesidad de preguntar como había conseguido soltarse.

Una vez fuera del vehículo, observé el garaje con curiosidad, antes de volver mi atención a Ossian, quien salía del coche con un suspiro, su expresión imperturbable a pesar de la situación. Sin decir una palabra, Ossian se puso de pie frente a mí, sus ojos azules brillaban con una mezcla de determinación y curiosidad. Nos miramos en silencio por un momento, como si ambos estuviéramos evaluando nuestras próximas acciones en medio de la tensión que se había creado entre nosotros.

Finalmente, rompió el silencio con un gesto de la cabeza, indicándome que lo siguiera. A medida que avanzábamos por el garaje, la penumbra y el eco de nuestros pasos creaban una atmósfera inquietante.

Finalmente, llegamos a una puerta al fondo del garaje. Ossian se detuvo frente a ella y me miró con una expresión indecisa, como si estuviera evaluando si debía asomarse y corroborar que nuestros perseguidores no estaban al otro lado esperándonos. Tras indicarme que me apartara, abrió la puerta y salió con confianza, dejándome sola dentro con una creciente sensación de inseguridad y miedo.

Mi PresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora