Capítulo 24

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Ellie se movía con destreza, su mano firme borrando cada trazo de tiza con movimientos precisos. El olor del alcohol llenaba la habitación, un aroma agudo que se mezclaba con el olor del perfume de Elliot suspendido en el aire. Sus ojos estaban concentrados en la tarea, su ceño ligeramente fruncido en un gesto de determinación. Cada pasada del paño revelaba el blanco inmaculado de la pizarra, eliminando cualquier vestigio de las palabras y dibujos que habíamos trazado momentos antes. Era como si estuviera borrando no solo la superficie de la pizarra, sino también cualquier indicio de lo que había pasado en esa habitación. Una vez terminada la tarea, dejó el paño sobre la repisa y se giró hacia mí, su expresión tranquila pero alerta, lista para cualquier indicación adicional.

Después de asegurarnos de que la pizarra estuviera completamente limpia, Ellie y yo intercambiamos una mirada que comunicaba una mezcla de alivio y tensión. Aunque el mensaje había sido borrado, la amenaza latente seguía presente en el aire, recordándonos la delicada situación en la que nos encontrábamos. Todos nos movimos con cautela por la habitación, reorganizando algunos papeles y colocando las cosas en su lugar como si nada hubiera ocurrido.

El silencio reinaba mientras trabajábamos, solo interrumpido por el suave murmullo de nuestras respiraciones y el ligero crujido de los papeles al ser movidos. Cada gesto era meticuloso, cada movimiento calculado para evitar perder algún papel u objeto.

Mientras mis compañeros trabajaban con la trituradora, reduciendo los documentos a pequeños trozos de papel, yo permanecía inmóvil, con la mirada fija en el proceso. Cada zumbido de la máquina era como una melodía que marcaba el ritmo de nuestra urgencia.

Sam, con sus manos expertas, manejaba la trituradora con destreza, asegurándose de que cada hoja pasara por las afiladas cuchillas sin dejar rastro alguno. Ellie, a su lado, observaba con atención, supervisando cada detalle para garantizar que nada quedara al descubierto. Elliot, por su parte, se encargaba de borrar cualquier busqueda de mi ordenador, ocultando así cualquier evidencia de nuestra labor.

—Cuando llegue, me avisas para pasar a por ello — declaré con una seriedad que cortaba el silencio como un cuchillo afilado, sin moverme de mi posición junto a la mesa. Mis ojos se clavaron en Elliot, transmitiendo la urgencia de la situación.

—En cuanto llamen a mi puerta te pego un toque — aseguró, su voz firme y segura, aunque un dejo de nerviosismo se escapaba por sus palabras. Elliot, con sus manos ágiles, apagó el portátil y cerró la bolsa de basura con un movimiento fluido, como si estuviera acostumbrado a lidiar con las emergencias.

Mientras tanto, Sam, con la mirada fija en la pantalla de la televisión, dejó escapar un susurro cargado de preocupación.

—Creo que tenemos otro problema — murmuró, su voz apenas audible sobre el murmullo del televisor. Sus ojos, llenos de inquietud, se desviaron momentáneamente de la pantalla para encontrar los nuestros, transmitiendo la gravedad de su descubrimiento.

La voz de la presentadora del telediario resonaba en la habitación, llevando consigo la noticia de un suceso macabro que había sacudido la tranquilidad de la ciudad. Sus palabras eran serias, sus ojos transmitían la gravedad de la situación mientras informaba sobre el descubrimiento de un cuerpo en avanzado estado de descomposición, hallado dentro de un edificio abandonado.

Las imágenes que acompañaban la noticia mostraban el lugar del hallazgo, un sombrío edificio cubierto de grafitis y rodeado por una atmósfera lúgubre y ominosa. Los reporteros transmitían en vivo desde el lugar, mostrando a los agentes de policía acordonando la escena del crimen, mientras los curiosos se aglomeraban en los alrededores, intentando obtener un vistazo de lo que había sucedido.

El tono grave de la presentadora reflejaba la gravedad del suceso, mientras explicaba que el cuerpo había sido descubierto por dos vagabundos que habían buscado refugio en el abandonado edificio. La descomposición avanzada del cadáver sugería que llevaba allí algún tiempo, lo que planteaba interrogantes sobre la identidad de la víctima y las circunstancias de su muerte.

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