Capítulo 12

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El silencio de mi casa envolvía cada habitación mientras entraba sin encender las luces. Ossian siguió mis pasos, y escuché un leve golpe seguido de un gruñido ahogado que indicaba que se había topado con alguna pared o mueble. Recordé el dicho de que, en caso de que un intruso entre por la noche, era mejor no encender las luces, ya que uno conocía su propio hogar en la oscuridad mejor que un desconocido intentando orientarse a ciegas.

El susurro de mis propios pasos resonaba en el silencio, y no tardé en llegar a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí, sumiéndome en la oscuridad. Aunque no encendí las luces, la luz tenue de la luna filtrándose por las cortinas proporcionaba la visión mínima necesaria.

Ossian abrió la puerta de manera brusca, haciendo que esta vibrara momentáneamente. La tensión entre nosotros era palpable, pero ninguno de los dos rompió el silencio. Mis ojos se desviaron hacia él, captando la iluminación de rostro por la luz de la luna.

Caminé hacia la cama, dejando que la sensación reconfortante del colchón absorbiera mi peso. Un suspiro se escapó de mis labios mientras intentaba procesar la serie de eventos de esa noche, pero antes de que pudiera sumergirme por completo en mis pensamientos, Ossian rompió el silencio poco después de sentarse en la silla de mi escritorio. La habitación estaba en penumbra, pero sus ojos azules brillaban con una intensidad inquietante, atrayendo mi atención hacia él.

—¿Cuál es la causa? — preguntó con serenidad, apoyando la sien en su puño mientras me observaba detenidamente.

—¿La causa de qué? — murmuré sin muchos ánimos.

—La causa de tu miedo hacia aquella escoria del baño — especificó con un tono algo divertido para la seriedad de la situación.

—Me da miedo la gente hipócrita y los hombres guapos — bromeé, a pesar de que Connor no tenía una belleza llamativa; más bien, era un chico bastante común y sencillo.

Ossian arqueó una ceja ante mi respuesta, como si estuviera evaluando mi sentido del humor en medio de la oscuridad.

—Entonces debería estar el primero en tu lista — comentó, su tono imperturbable como siempre—. Aunque a veces, lo más peligroso se esconde detrás de una fachada de normalidad.

—Más razón para no contarte mis miedos y tengas la oportunidad de repetirlo — respondí, tratando de restablecer la importancia a la situación.

Inclinó la cabeza con una sonrisa irónica, sus ojos azules fijos en los míos como si estuviera tratando de agotar mi paciencia en tiempo récord.

—¿Crees que tus miedos me importan? No estoy aquí para recolectar tus miedos triviales, estoy aquí para hundirte psicológicamente, ya que física me es imposible — dijo, su tono calmado resonando con una peligrosa determinación —. Hay muchas maneras de aterrarte y hacer que me supliques hasta que te quedes sin voz por tus gritos.

—No voy a suplicarte. Nunca — respondí, tratando de mantener mi voz firme a pesar de la incertidumbre que me invadía.

Ossian se enderezó en la silla con una lentitud deliberada, sus ojos azules centelleando con una intensidad inquietante.

—Nunca digas nunca, Presa. La desesperación puede llevar a las personas a lugares inesperados.

Un escalofrío recorrió mi espalda, y me di cuenta de que, a pesar de ser el creador de Ossian, había algo en él que estaba más allá de mi control, algo que escapaba de las páginas de mi imaginación y se manifestaba de una manera más vívida de lo que había previsto.

—No me llames de esa manera. Eres solo una creación de mi mente — bufé, aunque mis propias palabras sonaron débiles en el silencio que siguió.

—Más razón para hacerlo, Presa — susurró, su presencia rodeándome como una sombra siniestra —. Y deberías ser consciente de que, desde que aparecí en tu realidad, ya no soy tu creación y dejé de ser algo tuyo.

Mi PresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora