Capítulo 53

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Al ver a mi padre sangrando, por el disparo de Asher, todo el dolor que sentía se desvaneció en un instante. Era como si mi cuerpo hubiera olvidado completamente la herida que aún palpitaba en mi estómago. Una furia primitiva me invadió, y sin pensar, me incorporé con la mirada fija en la dirección por la que Asher había huido. Sentí una rabia incontenible que quemaba más que las llamas que nos rodeaban.

Mi padre me miró con confusión, y noté que Ossian también me observaba, arqueando una ceja con incredulidad. Sin embargo, su expresión cambió rápidamente a un ceño fruncido cuando le arrebaté el AK-47 de las manos a mi padre. Este último trató de detenerme, de hacerme entrar en razón, pero al ver el fuego en mis ojos, desistió. Sus labios se tensaron en una fina línea antes de asentir, entendiendo que no habría nada que pudiera decir para detenerme. Sin más palabras, me entregó el arma, resignado a la determinación que veía en mi rostro.

—Lux... — intentó llamarme una última vez, su voz cargada de preocupación y miedo. Pero no le di la oportunidad de continuar. Sin mirar atrás, me adentré en el bosque en llamas, dejando atrás cualquier pensamiento de dolor, supervivencia, o incluso cordura. Todo lo que podía sentir era un odio ardiente y la necesidad de acabar con Asher.

Lo quería muerto, y nada en el mundo podría detenerme ahora que ambos estábamos en las mismas condiciones.

El humo del bosque incendiado llenaba mis pulmones, pero lo ignoré. Solo podía ver rojo. Avancé con determinación, ignorando el crepitar de las llamas y el calor sofocante. Me movía entre los árboles y los arbustos, esquivando ramas ardientes y troncos caídos. Mi respiración se volvía cada vez más pesada, pero mi mente seguía fija en un solo objetivo: encontrarlo. Mi corazón martilleaba en mi pecho con fuerza, impulsándome hacia adelante.

Recorrí las partes del bosque que el fuego me permitía atravesar, con el AK-47 firme en mis manos. Mis ojos barrían cada rincón, cada sombra, buscando cualquier rastro de él. Cada paso que daba estaba cargado de una mezcla de rabia y adrenalina.

Sabía que Asher también iba armado. Recordaba claramente la pistola que llevaba en la mano cuando había huido como un cobarde. No era estúpido, ni tampoco alguien que se rindiera fácilmente. Pero eso no me importaba. Mi mente estaba fija en él, en la imagen de su rostro y en el deseo de borrarlo para siempre de mi vida.

Me moví entre los árboles, mis pasos amortiguados por las hojas secas y las ramas rotas bajo mis pies. A mi alrededor, el fuego crepitaba y rugía, consumiendo todo a su paso, pero eso no me detendría. Agarré el AK-47 con ambas manos, sintiendo el metal frío contra mi piel caliente. Mi respiración era pesada, entrecortada por la adrenalina y el esfuerzo. Mi corazón martilleaba en mi pecho con una fuerza casi dolorosa, pero mi mente estaba clara. Tenía que hacerlo. No podía permitirme dudar ni un segundo.

Cada sombra, cada sonido en la distancia me hacía detenerme y escudriñar el entorno con intensidad. Sabía que Asher estaba cerca, podía sentir su presencia, como un veneno en el aire. Me moví con cautela, tratando de no hacer ruido, aunque las ramas secas crujían bajo mis botas. El bosque parecía un laberinto infernal, y cada paso me adentraba más en su corazón en llamas.

De repente, escuché un crujido a mi izquierda. Me congelé, girando rápidamente, levantando el AK-47 y apuntando hacia la dirección del sonido. Mi dedo descansaba sobre el gatillo, listo para disparar en cualquier momento. La respiración se detuvo, mi cuerpo tensándose al máximo.

—¿Asher? — grité, mi voz ronca por el humo y la rabia contenida. No hubo respuesta, solo el susurro del fuego y el sonido de la madera que se quemaba.

Esperé, mis ojos recorriendo cada sombra, cada movimiento. Y entonces lo vi. Una figura se movía entre los árboles, avanzando con sigilo. No podía distinguir bien su rostro a través del humo y el resplandor del fuego, pero sabía que era él. Sentí una oleada de adrenalina recorrer mi cuerpo, y apreté los dientes.

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