Capítulo 50

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Me interné en el bosque, sintiendo la humedad del suelo y el crujido de las hojas bajo mis botas. La tensión en el aire era casi tangible. Cada sonido, cada movimiento de las ramas me hacía estremecer. Sabía que tanto Ossian como Asher estaban ahí, acechando, esperando su momento.

El teléfono en el bolsillo de Ossian y el mechero podían ser cruciales para él. No sabía qué tipo de plan tenía en mente, pero confiaba en su habilidad para adaptarse y sobrevivir. Por mi parte, debía encontrar un lugar seguro, un escondite donde pudiera observar y planear mi próximo movimiento.

Las hojas crujían bajo mis pies mientras avanzaba lentamente, mis piernas temblaban de miedo. Cada susurro del viento, cada movimiento en la espesura me hacía saltar. La adrenalina corría por mis venas, agudizando mis sentidos. Los búhos ululaban en la distancia, sus gritos resonaban en la oscuridad como advertencias de los peligros que acechaban.

El aire estaba impregnado de la humedad de la noche, el olor a tierra mojada y vegetación envolviéndome. Los árboles parecían cerrarse a mi alrededor, sus ramas formando un dosel denso que apenas dejaba pasar la luz de la luna. Tropecé con una raíz, recuperando el equilibrio justo a tiempo para evitar una caída que podría haber delatado mi posición. El sudor perlaba mi frente, mi respiración era errática mientras trataba de mantenerme en silencio.

Miré a mi alrededor, buscando desesperadamente algún lugar donde pudiera esconderme, pero el bosque parecía una trampa sin salida, un laberinto donde cada rincón parecía igual de peligroso. Mis manos se aferraron al arma con más fuerza, sintiendo el peso metálico como un ancla en medio de la tormenta.

Cada crujido de las hojas bajo mis pies me hacía saltar, mi mente imaginando a Asher y Ossian acechando en cada sombra. El miedo era un compañero constante, susurrando en mi oído que el peligro estaba cada vez más cerca.

El ulular de los búhos y el aullido distante de algún animal nocturno eran los únicos sonidos que rompían la tensa calma. Me detuve por un momento, apoyándome contra un tronco grueso, tratando de calmar mi respiración y de pensar en mi siguiente movimiento. Sabía que debía mantenerme en movimiento, pero también necesitaba encontrar una dirección segura. No podía seguir vagando sin rumbo y esperando lo inevitable.

Tomé una decisión. Comencé a caminar hacia lo que parecía una pendiente en el terreno. Tal vez, desde un punto más alto, podría tener una mejor vista del área y tal vez incluso ver a mis perseguidores antes de que ellos me vieran a mí. Avancé con cuidado, evitando las ramas y los arbustos que podrían hacer ruido. El suelo se volvía más empinado, y cada paso me exigía más esfuerzo.

La luna se asomaba ocasionalmente entre las copas de los árboles, brindando un resplandor tenue que iluminaba mi camino. Subí con dificultad, mis pies resbalando en la tierra suelta y las piedras. Cada vez que pensaba que había escuchado un ruido sospechoso, me detenía y contenía el aliento, mi cuerpo rígido y mis sentidos en alerta máxima.

Finalmente, alcancé la cima de la colina. Desde allí, pude ver una parte del bosque extendiéndose bajo la luz de la luna, que proyectaba un resplandor pálido sobre el mar de árboles oscilantes. Respiré profundamente, permitiéndome un momento de alivio al disfrutar de la vista. Sin embargo, esa tranquilidad fue efímera. A lo lejos, en el extremo opuesto del bosque, un resplandor anaranjado y ominoso rompió la oscuridad.

Vi llamas danzando y devorando vorazmente todo a su paso, creciendo con rapidez y pintando el cielo nocturno con un siniestro brillo. El fuego crepitaba y rugía, su sonido llegando hasta mis oídos como un eco distante pero inquietante. Mi corazón se aceleró al comprender las implicaciones. Sabía que el responsable de aquel incendio era Ossian, muy probablemente utilizando el fuego como un método para obligarnos a reunirnos en un único punto cuanto antes.

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