Capítulo 25

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Caminé con un paso cansado, los pies pesados ​​por las largas horas de desvelo y la carga emocional que arrastraba. Cada paso resonaba en los pasillos, donde las miradas curiosas de quienes me observaban no lograban perturbar mi determinación. Avancé sin necesidad de preguntar, confiando en mi memoria para llegar a mi destino, aunque el cansancio comenzaba a nublar mi mente.

Finalmente, llegué a la puerta plateada y la empujé con un suspiro de alivio, sintiendo el frío metal ceder bajo el empuje de mi hombro. Al otro lado de la habitación, Carlo me esperaba con una mirada atenta, su presencia me reconfortaba en medio de la turbulencia que había dominado estas últimas horas. Tras de mí, Edgar permanecía en silencio mientras ingresaba en la sala, su rostro serio reflejando la gravedad de la situación en la que nos encontrábamos.

Afortunadamente, había establecido una sólida relación de confianza con ambos policías, lo que resultaba reconfortante en medio de la situación turbulenta en la que me encontraba. Desde aquel accidente, habían demostrado ser amables y protectores conmigo, lo que me brindaba un sentido de seguridad. Cada interacción con ellos fortalecía aún más nuestro vínculo, y su apoyo inquebrantable se había convertido en un ancla en medio de la tormenta que amenazaba con arrastrarme.

Apoyé ambas manos sobre la mesa, sintiendo el frío metálico de las esposas contra mi piel, mientras llamaba la atención del hombre que se presentó como Bill. Su presencia imponente llenaba la habitación, con una expresión imperturbable que apenas dejaba entrever sus pensamientos. Sabía que él sería el encargado del tercer interrogatorio, decidió buscar cualquier indicio de contradicción en mis palabras. Sin embargo, no era alguien tan imbécil, ni tampoco era tan ingenua como para aceptar una confesión de asesinato.

—¿Quiere algo, señorita Parsons? — preguntó Bill mientras dejaba carpetas varias sobre la mesa, su tono de voz firme y autoritario, aunque sus ojos reflejaban una leve curiosidad ante mi reacción.

Fijé mi mirada en la suya con seriedad, sintiendo cómo la tensión aumentaba en el aire entre nosotros.

—Irme a mi casa, así que comienza con el interrogatorio. Pregunta. Respuesta — respondí con frialdad, dejando claro mi deseo de poner fin a aquel tedioso proceso de interrogatorios que parecía no tener fin. La fatiga se reflejaba en cada fibra de mi ser, pero estaba decidida a mantener mi postura firme ante cualquier intento de intimidación por parte de Bill.

Bill se sentó frente a mí con seriedad ante mi respuesta, su expresión impasible sin revelar sus pensamientos. Con un gesto preciso, abrió una de las carpetas y comenzó a revisar su contenido, deslizando los documentos con habilidad entre sus dedos.

—Entiendo su deseo de volver a casa, señorita Parsons. Pero antes de que podamos concluir este interrogatorio, necesito que responda algunas preguntas adicionales — declaró, su tono profesional pero con un deje de comprensión.

Bill arrastró una fotografía de Connor hacia mí. Era una instantánea tomada durante nuestro primer viaje juntos como pareja, donde ambos nos abrazábamos y sonreíamos a la cámara. El recuerdo de aquel momento me golpeó como un puñetazo en el estómago, provocando un remolino de emociones contradictorias. Por un instante, anhelé la inocencia y la felicidad que parecía compartir en aquella fotografía, antes de que todo se desmoronara en el año infernal que siguió.

Sentí cómo las náuseas se abría paso en mi interior ante el recuerdo de la asquerosa persona en la que se había convertido, pero me obligué a mantener la compostura. Con esfuerzo, desvié la mirada de la imagen, negándome a permitir que la tristeza y el resentimiento tomen el control. Mantuve mi rostro impasible mientras dirigía mi atención hacia Bill, decidida a enfrentar lo que sea que él tuviera que decirme.

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