Chapter 1

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La cosecha

Ameera:

El lago era de los lugares más relajantes que existe, me permite sentirme libre y dueña de mi destino

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El lago era de los lugares más relajantes que existe, me permite sentirme libre y dueña de mi destino. Sé que con apenas 13 años las probabilidades de que mi nombre salga en la boleta son nulas a comparación de muchos habitantes en La Veta, la zona pobre de mi distrito. El sistema de la cosecha es injusto y los pobres se llevan la peor parte. En teoría al cumplir los doce años tu nombre aparece una vez. A los trece, dos veces; y así hasta que llegas a los dieciocho, y tu nombre entra en la urna siete veces.

Sin embargo, si eres pobre, las reglas cambian, si te estás muriendo de hambre, tienes la posibilidad de añadir tu nombre más veces a cambio de teselas; cada tesela vale por un exiguo suministro anual de cereales y aceite para una persona. También puedes hacer ese intercambio por cada miembro de tu familia, motivo por el que, muchos con tan solo doce años, ya tienen su nombre 4 o 5 veces.

Al ser de la zona comercial, y más siendo la hija de la Alcaldesa, bueno... mi situación es mucho mejor a la de cualquier miembro de este distrito y eso puede evitar que muchos me odien y no los culpo. Aún así mi madre es una de las mujeres más justas, amables y nobles que conozco, es una líder por naturaleza. No es muy estricta en cuanto a cumplir las reglas del capitolio, porque nuestra gente no sobreviviría, moriría de hambre. Y por supuesto rechaza los eventos como palizas públicas. Inclusive me envía todos los días al quemador, el mercado negro que funciona en un almacén abandonado en el que antes se guardaba carbón. Cuando descubrieron un sistema más eficaz que transportaba el carbón directamente de las minas a los trenes, el Quemador fue quedándose con el espacio. Si alguien necesita ayuda en el distrito, son ellos, así que mi madre me envía a comprar cosas ahí. Sí, en teoría está prohibido, pero como dije, mi madre no dejaría a estas personas sin una fuente de empleo, en su lugar promueve el comercio, tanto que hasta agentes de la paz van a comprar ahí. Al ser día de cosecha, casi todos los negocios están cerrados a estas horas, aunque el mercado negro sigue bastante concurrido. Normalmente se hacen intercambios, pero... mi ma me envía con dinero, algo un poco más valioso. Me dirijo donde Sae la Grasienta, la anciana huesuda que vende cuencos de sopa caliente preparada en un enorme hervidor, con carne de dudosa procedencia, a los de la Veta, no les daría asco una buena pata de perro salvaje, pero los agentes de la paz y mi madre pueden permitirse ser un poquito más exigentes. Pero es muy amable y ayuda mucho a los de la Veta, así que siempre pagamos un par de platos por adelantado para cualquiera que lo necesite. Luego me doy vueltas por el lugar, viendo que puedo comprar, en lo personal amo las fresas, pero es algo escaso y casi no se encuentra, la única persona que a veces vende es el Sr. Everdeen, un minero, pero a veces va con su hija y le enseña a cazar.

Pero lamentablemente hoy no las encontré, llevo lo necesario para la cena. Después de la cosecha, se supone que todos tienen que celebrarlo, y mucha gente lo hace, aliviada al saber que sus hijos se han salvado un año más. Sin embargo, al menos dos familias cerrarán las contraventanas y las puertas, e intentarán averiguar cómo sobrevivir a las dolorosas semanas que se avecinan. Además paso por la panadería de los Mellark, mi hermano y Emma, una de nuestras mejores amigas, se llevan con el menor de los chicos, Peeta. Cuando entro me saluda su papá....

Panems QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora