Chapter 32

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Lazos de Fuego

Finnick:

Estábamos en la mansión Dovecote cuando la puerta se abrió de golpe, revelando la figura imponente del padre de Alexander, acompañado de Cecilia, una de nuestras vencedoras. Ameera y yo intercambiamos miradas preocupadas, por lo que le podría hacer a Cecilia. Alexander, por su parte, solo mostró enojo hacia su padre.

— ¿Qué haces aquí? ¿Y con ella? — reclamó Alexander con voz firme, su rostro mostrando desprecio.

El padre de Alexander habló con voz arrastrada por el alcohol, desafiante y descontrolada.

— ¿Quién te crees que eres? — su tono era desafiante, pero sus palabras apenas eran comprensibles.

La tensión en la habitación era palpable mientras observábamos la confrontación entre padre e hijo. Alexander, sin inmutarse, recordó su posición, tenía que reconocer que había momentos dónde me caí bien.

— Soy el dueño de todo esto. Tú y madre son tan poco confiables que la abuela consideró que solo yo podía manejar mi fortuna.

— Yo te di vida...

— Y eso es importante por qué? Lo único que compartimos es un apellido — Intentó acercarse a Alexander, pero los agentes de la paz intervinieron rápidamente, conteniéndolo.

— Llévenlo a su habitación y que no salga — ordenó Alexander con voz llena de desprecio a su padre mientras sus hombres cumplían su mandato. Pero antes de que pudieran llevárselo, el padre de Dovecote tomó a Cecilia y la condujo hacia su habitación. La impotencia y el dolor me invadieron mientras veía cómo Cecilia era arrastrada junto con el padre de Alexander.

— Puedes ayudar a Cecilia — pidió Ameera preocupada

— Estará bien, mi padre está tan ebrio que en cuanto toque la cama se dormirá — Observé a Ameera con preocupación, sabiendo lo que pensaba y compartía mi sentimiento de compasión hacia las vencedoras que habían caído en las garras de ese hombre. Cashmere nos había revelado demasiado sobre él, y no era ningún secreto que era un ser despreciable, igual o peor que Julus Snow. — ¿Por qué te preocupa ella? Lleva varios años con mi padre, ella y otras vencedoras más — su pregunta resonó en el aire, y supe que Ameera estaba luchando con sentimientos encontrados, al igual que yo. 

— Voy a volver a mi distrito en las vacaciones— anunció Ameera con voz firme, y su declaración fue como un golpeó para Alexander

— Tu lugar ya no está ahí. Vamos, tú puedes decidir quedarte — le rogó, sabiendo que Ameera era más querida aquí, y que Snow estaría encantado de que ella se quede

— El distrito siempre ha sido mi hogar — su voz resonó con nostalgia y anhelo

— Por favor, A. Acéptalo. Lo quieras o no, eres una de nosotros. Estás en la academia, irás a la universidad, y el presidente está construyendo un edificio con tu nombre — intentó convencerla

— No me compares. Jamás seremos iguales — su respuesta fue firme, y su mirada reflejaba dolor. — Creeme, quisiera haber nacido y crecido en el capitolio, todo hubiera sido más fácil. Pero yo tuve que pelear para sobrevivir, tuve que matar, y ver a mi aliada sacrificarse para que yo viva, vi a mis aliados morir, sin poder salvarlos — su voz temblaba con la carga de sus recuerdos, y su dolor era palpable en cada palabra. Ameera había pagado un precio alto por su supervivencia, un precio que el Capitolio nunca podría compensar.

— El Capitolio podrá haberme dado muchas cosas, más que a cualquier tributo, pero he pagado con sangre cada una de las cosas que me ha dado — su confesión resonó en el aire. 

Panems QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora