Panems Queen

Chapter 45

El Cálido Fuego del Fís

 Ameera

Cuando el tren se detiene, solo puedo pensar en un lugar donde quiero estar, no puedo evitar que mi corazón comience a latir con fuerza. Apenas doy un par de pasos fuera del vagón cuando lo veo entre la multitud, esperándome, su expresión iluminada en cuanto me encuentra con la mirada.

Sin pensarlo dos veces, corro hacia él, y antes de que pueda decir una palabra, sus brazos me envuelven con fuerza, levantándome del suelo en un abrazo que hace que el mundo entero desaparezca. Giro en sus brazos, riéndome. Finnick me sostiene como si no quisiera dejarme ir nunca, sus manos firmes en mi cintura, y sus ojos llenos de esa mezcla de amor y devoción.

— No sabes cuánto te extrañé, — susurra, bajándome con delicadeza y apartando un mechón de mi rostro mientras me mira, como si quisiera memorizar cada detalle.

— Yo también te extrañé, Finnick, — susurro, sin querer soltar su mano. — Moría por verte

Me besa suavemente, como si cada segundo fuera valioso y quisiera saborear cada instante. Me pierdo en él, en su calor, en su esencia, hasta que el mundo a nuestro alrededor vuelve a hacerse real. Me abraza, sin soltarme, y apoyamos nuestras frentes, ambos respirando profundamente, como si estuviéramos guardando esta paz.

— ¿Cómo estuvo todo? — pregunto, queriendo saber cada detalle

— Ha sido un torbellino, — dice, riendo suavemente, pero luego su expresión se vuelve seria. — Pero ahora que estoy aquí, todo vale la pena.

— Sabías que eres adorable

Me empuja suavemente, fingiendo estar ofendido.

— ¿Adorable? ¿Eso es lo mejor que se te ocurre?

— Bueno, tal vez sexy es la palabra que busco. Me encantas cada día más — Le guiño un ojo, sintiendo que el aire entre nosotros se vuelve más denso. — Entonces, ¿qué planes tienes ahora que estoy aquí? — le pregunto, mientras juega con cabello rozando mi cuello, su toque enviando escalofríos por mi piel.

— Primero, podemos comer algo. Lo mejor del Capitolio es la comida, — dice él, guiñándome un ojo y haciendo que me sonroje. — y no sabes cuanto muero por saborear...

— Yo también muero de hambre, — le digo, dejando que el doble sentido de mis palabras flote en el aire.

— Ah, sí... hay tantas maneras de saciar ese hambre. — murmura, su tono suave, casi seductor. La intensidad de su mirada me envuelve, y siento que mi corazón late más rápido. No puedo evitar que mi cuerpo reaccione, un hormigueo en la piel que se intensifica.

El calor de su cuerpo casi palpable y su aliento cálido acaricia mi rostro

— Quizás deberíamos empezar con algo dulce, — sugiero, mi voz casi un susurro sin poder evitar sonreír y el calor que se acumula entre nosotros.

— Me parece perfecto. Después de todo, siempre he sido un amante de lo dulce. — responde él, su voz cargada de insinuaciones.

Él sonríe, y esa sonrisa es como un imán, atrayendo toda mi atención. 

— Solo si tú eliges el postre, — dice él, dejando que su mirada se deslice por mi figura, y siento que un rubor invade mis mejillas.

— Oh, tengo algunas ideas

— Ameera, — murmura suavemente, acariciando mi mejilla con el dorso de su mano. — Me vuelves loco y no sabes lo difícil que es contenerme...

Su pulgar roza mis labios, y siento un estremecimiento en el pecho.