Chapter 41

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Protegidos por el capitolio

Ameera:

La mañana había llegado más rápido de lo que esperaba. El sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo el cielo de un suave rosa anaranjado. Me encontraba en la estación, con el equipaje ligero a mi lado y el murmullo del tren preparándose para partir. Finnick estaba a mi lado, su mano entrelazada con la mía, y el suave viento de la mañana acariciaba nuestros rostros.

Justo cuando el tren emitió su primer silbido de aviso, el ruido de motores rugiendo rompió la calma de la estación. Un convoy de autos oscuros se detuvo en la entrada con una precisión casi militar. Las puertas se abrieron simultáneamente, y en ese instante. Nick fue el primero en aparecer. Con su paso relajado, pero imponente, descendió del auto como si no hubiera prisa en el mundo. Vestido impecablemente, y esa sonrisa fácil que parecía capaz de tranquilizar hasta a la tormenta más furiosa, caminó hacia mí, bajo las miradas de todos los reporteros del capitolio, y me envolvió en un abrazo largo y profundo

— No podía dejar que te fueras sin despedirme en persona, — murmuró junto a mi oído, con una suavidad que contrastaba con su porte firme. Me aparté solo un poco para mirarlo con una sonrisa

— Solo serán un par de días, señor drama, — le respondí, dándole un leve golpe en el brazo.

Nick sonrió de medio lado, pero había algo genuino en su mirada. — Te voy a extrañar, Ameera. quienes serán los locos que se levantan en la madrugada los fines de semana?

— ¿Madrugada? Las 10 no es exactamente madrugar, Nick, — dije entre risas.

— Bueno, para mí sí lo es. — Se encogió de hombros como si fuera una verdad indiscutible.

— Entonces, mejor aprovecha esas horas "tempranas" y se un buen compañero de laboratorio adelantando el proyecto

Nick puso los ojos en blanco, exagerando el gesto. — Ah, claro, ahora resulta que mientras tú te vas a divertir, yo tengo que quedarme trabajando. Eso es explotación... Tú eres terrible.

— Me amas, lo sabes, — dije con una risa suave, dándole un codazo amistoso.

— Mmm, necesito tu cerebro más que a ti para acabar el proyecto, — replicó con una sonrisa pícara.

— Sabes que me extrañarás igual, — respondí, dándole un abrazo rápido antes de que pudiera contestar.

Nick sonrió, sabiendo que tenía razón, pero sin perder su aire despreocupado.

Apenas había soltado a Nick cuando vi a Eyva y Alexander salir de otro vehículo. Eyva, con su elegante estilo, caminaba como si la estación fuera su pasarela personal, su cabello brillante ondeando ligeramente al ritmo de su andar. Alexander, siempre protector, avanzaba a su lado, y me dio un abrazo largo

— Descansa estos días, ¿quieres? Ordenes de arriba, — bromeó, con una sonrisa cómplice que me hizo sonreír a pesar de la despedida.

— Créeme, eso haré, — respondí con una leve risa. — Cuida de ellos, ¿vale? Eres el más responsable de todos.

Él alzó una ceja, fingiendo duda. — Si tú lo dices... — replicó con ese tono relajado que siempre mantenía, pero sabía que en el fondo cumpliría su papel sin que se lo pidiera dos veces.

Eyva fue la siguiente. Ella, como siempre, rebosaba de energía. Me abrazó tan fuerte que por un segundo pensé que no podría respirar.

— Me debes una tarde de compras en cuanto vuelvas, ¿lo sabes? — dijo, su tono ligero, aunque podía ver la preocupación en sus ojos.

Panems QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora