Chapter 29

233 20 7
                                        

Melodías de un corazón roto

Finnick:

El capitolio tiene celdas especiales, y dependiendo de su objetivo es el ala donde te colocan. Como a ese idiota no le pueden hacer nada, solo lo dejaron en una celda muy pequeña y le quitan la comida dos días, le dan una vez al día. Nada conforme a lo que se merece, tuve que hacer llamadas, para que los guardias lo trataran como se lo merece. Así que cuando lo ví sentí una satisfacción gigante al saber que estaba con el ojo morado y el pómulo. El labio y nariz, rotos, se tocaba el abdomen y no podía moverse, seguramente dónde recibió más el impacto.

Le agarré con un apretón tan fuerte que mis nudillos se volvieron blancos. Con un movimiento brusco, descargué mi furia contra él, quería matarlo, la rabia se apoderó de mí y sentí cómo ardía dentro de mí. Cada golpe estaba cargado de todos los recuerdos de Ameera, de cómo le había lastimado, lo que le hacía era poco a lo que le hizo a ella. Él intentaba defenderse, pero sus movimientos eran torpes y desesperados, como los de un niño incapaz de mantenerse en pie. Era patético. No podría ni ganar a un niño tributo. No era una pelea justa, pero no buscaba justicia, solo venganza.

— No deberías estar aquí. — jadeó, cada palabra cargada de dolor, mientras escupía sangre que salpicaba el suelo, acompañado de uno que otro diente — Mi padre se enterará y te matará

— No tienes que preocuparte por mí, yo no estuve aquí. En cambio tú, aún no entiendes tú situación ¿no? — me burlé del idiota — Snow te desconoció, eres una verguenza para él, nunca vendrá a verte por mucho que le pidas piedad por las noches. — le sonreí con malicia mientras en un movimiento brusco él quiere moverse, con la poca fuerza que le queda y yo le apuntó con el arma — Es más... podría matarte en este preciso momento y le ahorraría a Snow el trabajo de aprobar tu ejecución. Es más debería matarte gran hijo de puta — lucía como un niño asustado, no se movía y no emite sonido — Pero no le quitaré esa satisfacción a ella, cuando esté bien. ¿Sabes por qué es la reina de Panem? No es solo porque el capitolio la ama, o porque le brindó esperanza a los distritos. Snow le dió el título porque tenían miedo de lo que podría hacer, miedo de a quién podría matar, en la arena no tuvo remordimiento al acabar a todos esos tributos. Y te hará sufrir mil veces lo que tú le hiciste, hasta eso — disparé mi arma a su pierna y él se retorció de dolor — te mantendré cuidado.

Sentía rabia solo de verlo, y pensar todo lo que le hizo. Porque podía ver a Ameera recuperarse, pero era la cosa más dolorosa de la vida, es jodidamente doloroso no poder hacer nada, verla sufrir sin poder absorber su dolor, si poder evitar sus gritos en las noches por las pesadillas, su desesperación cuando revive todo una y otra vez, verla fingir para ir a la Academia, hacer su tarea, asistir a extracurriculares, pero en el fondo no es ella, es como un clon que tomó control de su cuerpo, uno que no siente, que guarda todo hasta que no pueda más.

— Princesita — pronuncié con voz preocupada mientras la veía golpear el saco de box con una fuerza desmedida. Sabía que si no paraba, se lastimaría gravemente. Ahora pasamos mucho más tiempo en el gimnasio de la mansión, entrenando, tenia dos nuevos pasatiempos favoritos, tomar o entrenar, y como no es sano que tome, la acompaño a entrenar, pero lo hace por horas, tratando de dejar todos sus problemas, mientras corre, golpea el saco de box y vence a su entrenador en todas las actividades que le pone.

La seguridad en la mansión se había triplicado, Derius y yo recibimos ordenes claras de no dejarla sola en ningún momento, bajo ninguna circunstancia. Tampoco lo haría, no podía dejarla sola, ni cuando sale de compras con Eyva o tiene sus "citas" con Alexander, aunque cada vez que pensaba en él, sentía que mi sangre hervía de indignación.

— Sí —respondió ella, sin detener su frenético ritmo de golpes al saco.

— Ameera... —insistí, acercándome a ella con cautela—. Ameera, por favor... —tomé sus manos con suavidad, notando cómo las vendas que protegían sus nudillos estaban teñidas de rojo—. Te estás lastimando.

Panems QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora