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Norte del Imperio, 7 días antes de la Gala Benéfica

"La nación del Reino de Blekcros sigue manteniendo un comportamiento hostil hacia la nación donde nuestra Princesa Alizel es Reina Consorte, la Isla Paradis..."

El Príncipe Azelyk disfrutaba de su desayuno junto a su esposa e hija, que ahora él sostenía, mientras veían las noticias mañaneras que, una vez más, hablaban de su prima la Reina de Paradis.

—Alteza, creí que teníamos buena relación con la nación de la Reina Inessa, ¿por qué ella aún no declara la paz con la Reina Alizel?

Kiza intentaba crear una conversación con su esposo, además de que estaba curiosa por sabera la razón de que Blekcros no se declara respecto a Paradis.

—Nosotros sí tenemos un buen estatus con Blekcros, pero no entiendo a Inessa ella se escribía con Alizel, fue de la poca realeza que mi tío admiraba. —explicó mientras tomaba su chocolate caliente.

Uno de los sirvientes a la puerta recibió un mensaje de un guerrero, al terminar de escucharlo corrió hacia el Príncipe para informarle.

—¿Alizel solicitó los regalos que le di? —preguntó Azelyk con una sonrisa en el rostro.

Su esposa lo observó decepcionada, pues ni con su hija en brazos él dejaría de pensar en la reina que no debió ser.

—Solo algunos y los solicitó para una campaña de caridad, alteza. La Princesa Kalyza será la encargada de enviarlos, lo siento mucho.

La antigua guerrera observó al sirviente con sorpresa, pues la lástima en la voz de él era genuina, casi como si le rompieron la misma ilusión que la de su marido.

—¿Las piensa regalar? —preguntó el príncipe ahora molesto.

Se levantó de la mesa y entregó a su hija a Kiza, que la tomó con una sonrisa mientras decidía ignorar la plática entre hombres.

—No estoy bien enterado, alteza. Pero parece ser que se venderán, buscan conseguir dinero para la causa caritativa de la reina. —explicó el sirviente.

Entonces una idea surgió en Azelyk, pues no dejaría que su prima se deshiciera de sus muestras de amor tan rápido. Solo un idiota negaría el alto impacto que su prima tenía en el mundo, quizá ella era inocente para notarlo y no aprovecharlo de manera abusiva, pero él sí lo haría.

—Obtendrá mucho dinero entonces pero hay algo mejor que alguno de los regalos que le di. De hecho, ella me lo dio a mí. —murmuró con una sonrisa que confundió al sirviente.

—¿Qué te regaló su majestad? —preguntó Kiza preocupada por el tono de voz de su esposo.

—Xizek, envía una carpeta al Imperio con la información de los regalos que Kaly envió y agrégale...

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