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La oscuridad de la noche le permitían perfectamente escabullirse entre las calles de Stohess, realmente se estaba arriesgando demasiado aún sabiendo que tenía a la familia de su prometida encima, decidió ver por última vez a su querida Petra.

Ni aunque ella estuviese casada comprendió que su amor era completamente imposible, porque el corazón siempre hará lo que quiere antes de permitirse ser razonal.

Además, ella tampoco lo detenía o preveía de cometer algo estupido, una palabra que definía muy bien a los dos pues ninguno notó que estaban siendo seguidos. No importaba, pues su punto de reunión sería muy ajeno para aquellos extraños que fueron ordenados a vigilarlos.

—Estás loco. —murmuró la otra mujer una vez que se encontraron sobre el símbolo más importante de su nación, la muralla Sina.

El rey se acercó con una mirada seria, estaba siendo inconsciente, arriesgando todo sin importarle lo que les podría pasar a ambos si llegasen a ser descubiertos.

—Quizá. —murmuró él observando su pálido rostro, tan diferente al de su futura esposa.

—Podrían descubrirnos, Levi. Mañana es tu boda, no estás pensando. —susurró ella con una sonrisa nerviosa.

El rey siguió admirando su rostro y con un semblante serio le contestó.

—Es una despedida, Petra. —contestó Levi y la sonrisa de ella desapareció.

—¿Qué? ¿Me citaste para solo decirme esto? Eres un...

El Rey la calló de inmediato juntando con desesperación sus labios con los de ella, realmente la había extrañado y le dolía en el alma tener que apartarse de manera oficial de ella a solo horas de su boda.

Petra se aferró al Rey, jaló de su cabello para que ella tuviera el control sobre romper el beso, definitivamente no sentía ni un poco de remordimiento por su esposo o la Princesa que estaba sola en el palacio de Stohess.

—No puedes decirme eso Levi. No me importa mi matrimonio y hasta donde yo sé, tú no la amas, ¿no es así?

La señora de Bozado aún sujetaba el rostro del Rey, sus ojos grises opacos casi como la luna que no radiaba esa noche para ninguno. No hubo una contestación inmediata, de lo contrario, Levi se apartó de ella mientras se dejaba caer de rodillas sobre el suelo.

No estaba seguro de amarla, pero tampoco podía contestarle a su querida Petra aquella pregunta sobre la Princesa Imperial.

—Levi...—llamó Petra sintiendo su corazón estrujarse lentamente—No la amas, ¿cierto?

La pregunta le pesaba al Rey como si se tratara de llevar cincuenta caballos sobre su espalda, no había respuesta alguna para ella en ese momento.

—Adiós Petra. —se limitó Levi a contestar.

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