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Era la noticia del momento, el actual Rey de la Isla Paradis se encontraba en tierras marleyenses para finalmente firmar la paz con el monarca del país.

Lo último que quería Levi ahora, era ser abrumado por quejas irrelevantes de su nación, pues había dejado a Zackly a cargo y cualquier inconveniencia en su reino que no necesitará del monarca, tenía que ser tratada por el General Supremo.

Pero ni siquiera Zackly podría lidiar con una enorme queja por parte de la única familia real que el Rey aún preservaba.

—Llamada de Paradis, majestad. Es la Princesa Historia, le dijo al General Zackly que era de suma relevancia.

Por detrás de la puerta de la habitación principal de una villa que Marley ofreció para Levi, Roeg anunciaba la llamada de Historia. Después del atentado y la larga guerra, le era imposible ignorar a su joven prima.

—¿Historia? ¿Está todo bien?—preguntó Levi preocupado mientras arreglaba su bata de seda que era lo único que lo cubría en ese momento.

En la sala donde había tomado la llamada se encontraban Armin y Roeg, fieles a la corona, al Rey y sobre todo a su nación.

—¡Levi ella no me deja hacer nada! ¡Quiere invitar a nuestros enemigos! ¡Les abrirá la puerta para que terminen conmigo!

Los lloriqueos de la joven Princesa preocuparon al Rey, pues detestaba que su joven prima tuviera que pasarla mal. Pero sobretodo, después de que fue coronado y se comprometió con su reino, le indignaba escuchar que su querida Alizel invitaría a enemigos de la Isla Paradis a un evento tan íntimo de la misma.

—Baja la voz, tranquilízate, ¿qué es lo que ha hecho?

Con una pequeña pregunta que hizo el Rey, la Princesa Historia detonó una bomba, desatando una catástrofe que no podría ser controlado nunca más.

Mitras, Castillo Real

Era una mañana soleada y fresca, la Princesa Alizel había sido despertada por los cantos de los pájaros en los jardines. Las cortinas de su habitación fueron abiertas por su fiel doncella que entró junto a las demás.

—¿Esta lista para empezar su día, alteza?—preguntó Rosie emocionada mientras preparaba el atuendo de ese día para Alizel.

—Sí, ¿hoy dónde tomaré el desayuno?—preguntó la Princesa.

—En la terraza, alteza. —contestó otra de ellas.

Después de la intervención de Jean, la doncella a cargo no era ninguna de las mayores, era la joven Rosie que se mantenía fiel y leal a la Princesa Alizel.

—Hoy decidí un vestido por la fresca mañana, alteza imperial. —dijo la chica de largo cabello negro con una sonrisa mientras llevaba las telas a la Princesa.

GOD SAVE THE QUEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora