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Mitras

El camino hasta la capital se hizo pesadamente largo por la cantidad de reporteros y ciudadanos que lograron encontrar el coche de la futura pareja. Por fortuna no pudieron tomarles ninguna foto después de sus pequeñas vacaciones, sin embargo hicieron el resto del viaje hostigador.

—Nos extrañaron. —murmuró Alizel en cuanto cruzaron las rejas del castillo dejando atrás a los fotógrafos y sus molestos flashes.

—No, te extrañaron a ti. —contestó Levi sonriéndole.

El auto finalmente se detuvo y después de un largo viaje los dos pudieron estirar sus piernas. La bienvenida fue tosca para la Princesa, pues en cuanto los dos estuvieron fuera del auto, Levi fue escoltado por varios miembros de Parlamento lejos de su prometida.

—Su alteza imperial, por favor síganos por aquí. —llamó una mujer adulta inclinándose a ella.

—¿A dónde se llevan a Levi?—preguntó Alizel preocupada mientras los dos tomaban diferentes caminos.

—Parlamento estuvo esperando por él, su alteza imperial. —contestó la misma mujer que la alejaba de su prometido. —Unas horas no le harán daño, después de todo lo verá siempre por el resto de su vida.

Alizel caminaba insegura mientras aún miraba hacia atrás donde Levi se dirigía, fue una coincidencia pues el Duque igualmente lo hizo, los dos se miraron por unos cortos segundos y finalmente regresaron sus miradas hacia el frente, siguiendo distintos caminos.

Las doncellas vestían finos trajes casi tanto como los del armario de la Princesa, la escoltaron simplemente a otra habitación lejos del Parlamento de Mitras. Una vez dentro de esta estuvieron a la disposición de su alteza.

—Su alteza imperial, ¿puedo preguntarle algo?—preguntó la más joven de ellas.

Alizel se mantenía de pie caminando de lado a lado, pues desde la mañana la situación con la capital la tenía preocupada, no podía mantenerse calmada.

—¿Dónde están mis guerreras?—preguntó Alizel consternada. —Me escoltaron hasta aquí, ¿dónde están ellas?

—Todos los imperiales están fuera de la capital, alteza. Quisieron asegurar su seguridad y han estado recorriendo las murallas. —avisó la más vieja de todas ellas.

Alizel la observó unos segundos y asintió nerviosa, finalmente tomó asiento en una de las finas sillas del castillo.

—¿Desea un té su alteza imperial?—preguntó la misma mirando a Alizel, ella negó pues no había tranquilidad en su mente.

No podía soportar aquel ambiente en la habitación, abrió las puertas del balcón y salió a tomar un respiro de aire fresco. El atardecer era hermoso, sin embargo por las murallas de la capital le era imposible admirar por completo aquella belleza natural. Estaba preocupada, de la noche a la mañana sucedió una emergencia por la cual tuvieron que visitar la capital urgentemente, temía lo peor con su compromiso.

GOD SAVE THE QUEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora