Máquina de dulces

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Cada quien permanecía sentado en un borde de la esquina de la cama, sin mirarse, mirando al frente o en el caso de Lia mirando las papitas que le habían regalado aun sin abrirlas, sin siquiera querer hacer algún ruido, no era como si antes no hubiesen estado solos en una habitación, sentados sobre una cama o tirados en el piso y durmiendo ahí, pero esta vez era diferente porque no estaban en una habitación cualquiera si no una de un Motel y eso lo hacía todo más vergonzoso y extraño, ponía nerviosa a Lia pues ella le había dicho que se quedara y se repetía una y otra vez lo que había dicho, pensando que lo podía haber dicho mejor o que se notara menos... menos como lo que se había notado.

En su mente... bueno en su mente cruzaban ideas y escenarios que podían ser... un tanto...

-Bien pasa, entra, entra, con confianza -decía su yo mental golpeando a Regulus en la espalda como si este se hubiese atorado- vamos entra -agregaba mientras lo hacía pasar aunque este se rehusaba obteniendo miradas confundidas y intimidadas de parte del chico que por los empujones caía a la cama de espaldas mirándola a ella con miedo como si acaso ella lo hubiese tumbado ahi, obteniendo una cara de completo terror en ambos

Lia ya se había puesto más roja de lo que se le permitía y estaba hirviendo de nervios mientras negaba, aún en sus pensamientos, a lo que el Regulus de su mente podría estar pensando, "No..., no, no era mi intención" "¡NO SOY UNA PERVERTIDA!". Negó con su cabeza saliendo de su mente y poniéndose a pensar que pudo haber sido peor, mucho peor. Su cuerpo se crispó del miedo al sentir la mirada de Regulus, tenía el ceño fruncido y la miraba como si no entendiera lo que pensaba, "Lee las mentes" se acordó y su cuerpo se crispó de nuevo, no... no pudo... tenia que mirarme fijamente y me habría dado cuenta si es que hubiese entrado.

-¿Uhm...? -susurro con nervios
-¿No vas a probarlo? -preguntó a lo que Lia recordó las papitas que tenía en las manos
-Ah... sí -asintió con rapidez y abrió también con la misma rapidez las papitas, salió un olor inmenso a condimentos lo cual hizo que frunciera el ceño ante la novedad, eso hizo que el chico mirará a otra lado para sonreír- no sabe mal -decía Lia mientras masticaba las papitas, creando sonidos de crujiditos
-¿No? -preguntó aún tratando de disimular su sonrisa, recordando el gesto que ella había hecho- bien... -agregó quitándole las papitas- gracias por la cata
-Jah -sonrió ella tratando de quitarle las papitas, aunque este se movió haciendo que Lia casi cayera de no ser porque se agarró de su brazo, con indignación y más competitividad se abalanzó a agarrarlas, este agarró varias papas y se las metió a la boca haciendo que Lia le arrancara la bolsa, rompiéndola, cayendo todas entre el pantalón de este y el piso- uy...

Regulus iba a echarse a reír pero decidió aguantarse y fingir seriedad para ver la reacción de la chica ante su mirada

-Lo siento... -susurro apretando los labios culpable, limpiando las papitas de las piernas del chico- ay lo siento -dijo otra vez al percatarse que estaba tocando sus pies- ay... tu tienes la culpa -agregó sorprendiéndolo
-¿Yo? -preguntó sorprendido pero divertido
-Sí
-¿Por qué? -inquirió ya sin poder evitar reír
-Eran mías, me las regalaste -agregó con rapidez antes de que él dijera que eran suyas
-Buen punto -dijo levantándose- lo siento, iré a comprarte más
-¿Eh?
-Te regalaré otra
-Ah... no me refería... no es... bien, te acompaño

Se levantó viendo que el chico no iba a cambiar de opinión, más bien estaba alegre de que él punto final solo fuese regalarle más papitas.
Claro que igual nada justificaba la cantidad de papas que compraron, la primera fue por parte de Regulus y la segunda fue Lia diciéndole que quería sacar una de la máquina ella misma, para vivir la experiencia, la tercera, cuarta, quinta y sexta fue porque encontraron dos sabores nuevos y sacaron dos de cada uno, luego compraron otras papas más diciendo que serían para guardarlas aunque Lia lo hacía porque quería jugar un rato más con la máquina y Regulus solo quería ver como Lia jugaba con la máquina, cediéndole sus turnos a la chica.

Inefable - SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora