Dentro de la bóveda de los Lestrange

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Poco tenía que decir la chica respecto a lo ocurrido, tenía suficiente con lo de su madre, aunque no lo confesará y no podía aguantar más el hecho de que Regulus siguiera extraño con ella, por eso había actuado con un fin, no pretendía imponer su ley o sus ideas pero quería hacer su último esfuerzo y ese sería con garras y dientes, por eso había actuado así, dejando al chico con la boca abierta y sin decir nada en contra a sus palabras pues eran reales, sinceras y correctas. Gracias a eso el sentimiento que Regulus tenía hacía Lia por lo del frasco disminuyó, pues aquel hecho había ocurrido en parte por su culpa dejándolo en silencio, actuando verdaderamente como antes, esta vez de manera más sana, por ambos, sin cambios extremos sólo dejando que el tiempo lo decidiera y tomará el rumbo que debía sin más, saliendo al fin del enorme bosque, llegando a la carretera, subiendo a un taxi hacia el centro de Londres.

El chico subió al asiento del copiloto, mientras la chica subió al asiento trasero, mirando hacia la ventana o a la nada, tratando de evitar cualquier tipo de momentos incómodos, ya se sentía ciertamente extraña viendo al chico delante, miraba a la nada también, a veces al frente, a la carretera, el chofer no existía, por eso estaba hundido en el asiento cansado o aburrido, probablemente ambos. Bueno, Lia no esperaba lo contrario, después de lo ocurrido sentarse juntos era incluso más incómodo y no por la presencia del otro, aún después de todo seguían encantándolos, pero el hecho de que estuvieran a nada de tocarse o rosarse... era como un cuchillo con gran filo a un milímetro del cuello.

-¿Quieren algo? -preguntó el chofer en cuanto se bajo a recargar la gasolina, habiendo una tienda cerca se ofreció a comprar algo pero Regulus no le prestó atención, por lo que Lia negó moviendo la cabeza

Observo a todos lados y repiqueteo con los dedos el asiento del automóvil, espero los largos segundos a la llegada inmediata del señor pero esté apenas había salido, los segundos eran largisimos. Respiro profundamente y apretó sus labios, se acercó a los asientos delanteros apoyando los brazos en los respaldares, pasando saliva con valor a empezar una charla necesaria, la de ayer había sido clara en cuanto a los sentimientos que evadían, esa culpa del recuerdo, pero debía explicar algunas cosas, aclararlas, pero bien dicen que eso solo oscurece todo. Antes de que si quiera hablara el chico giro y la observo con atención, bien, a eso se refería con lo del cuchillo cerca al cuello, ahora estaba más cerca de lo que había planeado, no tanto, o si, estaba atrás suya, hablándole a centímetros de su hombro. Bueno, eso habría sido mejor si no se volteaba, era... tenía esos ojos... no, su mirada, dulce pero apagada como los niños que regañaste o los perritos con culpa, Lia no sabía si en realidad era así para todos o ya estaba divagando entre sus sueños, unos muy agradables, unos en los que él se veía como si no rompiera ningún plato.

-Ah... -el chico la miro con atención, inocente, sin malicia, no sarcástica o algo así, plena y sincera atención, nada más, no había esperanza o ilusión, respetaba las palabras de la chica y por eso pondría atención a cada unas de sus palabras, pero si, había preocupación en él, una muy ligera y tierna que denotaba su temor a algún error, sí, sabía bien que lo que él sentía ella no y por eso no quería molestarla, hasta que fuese claro que ya no había ningún sentimiento de por medio- yo... -el chico la observo aún con atención demostrándole que podía decirlo, sus miradas podían chocar, podían sentirse pero debía saber que la escuchaba- Ayer... -pasó saliva nuevamente con nervios, miro abajo y luego a él culpable por sacar el tema nuevamente, pero debía- con respecto a... no me refería a amarlo de... -sus manos cruzadas se movieron brevemente para hacer referencia a lo que ya sabían y no tenían porqué mencionar otra vez
-Uhm... -confirmó que lo sabía no quitó su vista de ella o hizo algún gesto de desagrado solo le indicaba que comprendía lo que quería decir
-Solo... yo... prefiero no amar a nadie -mintió, no era una elección, no elegías cuando como o que, no podías preferir no hacerlo, pero debía decirlo, aunque no quisiera, él debía dejar eso atrás, dejarla a ella atrás, por duro que fuera, lo era, el chico alzo las cejas como diciéndole que había captado el mensaje, no lo hacía como antes con su manera desinteresada o sarcástica, lo hacía con aceptación, bajando la cabeza y girándose hacia donde estaba viendo antes, la nada, sus manos... o la nada de nuevo. La chica se relamió los labios y lo miro con pena, frunció el ceño con tristeza y suspiró -Tú eres... -más de lo cualquiera podría pedir- suficiente -completo y este la observo y se quedaron así, viéndose fijamente con miradas más sinceras que miles de palabras

Inefable - SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora