6| Teniente

76 6 1
                                        

6

RYAN

"A trabajar".

"I tribijir".

"Venga, Ryan, deja de ser un vago. ¡A trabajar!".

Repito sus palabras, encolerizado.

Desde que salí esta mañana a correr, no he podido parar de pensar en su voz gritándome esas mismas frases. Ha aparecido hasta en mis sueños. Ni durmiendo puedo descansar de ella.

Su penetrante mirada verde sobre mí, su pelo moreno cayendo sobre los hombros, sus brazos cruzados con enfado y sus gritos. Sobre todo sus gritos.

No dejo de pensar en ella ni siquiera cuando me detengo a descansar en uno de los bancos del parque.

No llego a entender cómo ha podido meterse tanto en mí como para manifestarse en mis sueños. Lo detesto. Hasta con los ojos cerrados la escucho berrear como si fuera una teniente sin corazón, una teniente destinada a atormentarme a cada hora del día.

Desde el principio supe que la convivencia iba a ser difícil, sobre todo si sigo centrado en hacerla detestarme, pero ahora que ella también se ha propuesto sacarme de quicio, es realmente exasperante.

No sabe estarse quieta y no sabe descansar. Parece creer que su misión en la vida es crear un ejército de trabajadores para el rancho. Quiere que todo se haga tal y como ella dice, es un verdadero grano en el culo. Un precioso y molesto grano en el culo.

—Hola —dice alguien a mis espaldas.

Una chica rubia aparece a mi lado y no tardo en darme cuenta de que es una de las cuatro amigas que me asaltaron ayer en la cafetería de Carmina. Sarah.

La veo acercarse, pero por mucho que la miro no veo nada que la haga parecerse a sus supuestas amigas. 

Parece tímida, pero algo me dice que solo se contiene para no dejar ir toda la emoción que corre por su cuerpo. Si fuera ella misma, podría llegar a caerme bien. Me recuerda a algunas personas que dejé atrás al venir a Texas.

—¿Te importa que me siente?

No digo nada, pero me echo a un lado mientras le doy un trago a mi botella de agua.

—Siento lo de las chicas. No es muy habitual que llegue gente nueva. Y mucho menos chicos.

—En Nueva York hay mucha gente así —digo con simpleza.

—¿Eres de allí?

—Mhm.

Ella sonríe con comprensión.

—No me puedo imaginar el cambio que habrá entre aquello y esto.

—No se está tan mal aquí. Es tranquilo. Ayer acabé con una mierda en la espalda, pero bueno, supongo que son cosas del trabajo.

—¿Estás en el rancho, no?

—Aja.

—A mí me encanta "Las Cinco Amapolas". Mi familia y yo nunca nos perdemos ninguno de sus festivales desde que empezaron. Es un lugar mágico y los dueños son geniales.

La emoción en su voz no pasa desapercibida. Es obvio que le encanta todo lo que tenga que ver con el rancho, parece algo importante para ella.

—Son buena gente. Julie es un poco, demasiado, intensa, pero son una buena familia. ¿La conoces?

—¿A Julie? —pregunta, esperando mi asentimiento—. Ambas hemos vivido siempre en el pueblo, es difícil que no nos conozcamos, pero nunca hemos llegado a hablar o a ser algo así como amigas. La verdad es que me encantaría conocerla, pero se nota a leguas que ella no quiere acercarse ni en pintura a mí ni a las chicas.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora