19| Zorro

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RYAN

Hace ya un mes desde el día en que empezó nuestra amistad y no me arrepiento de nada de lo que ha pasado. Todo cambió aquella tarde en la que nos quedamos dormidos después de que llorara sobre su hombro.

Nunca le había contado a nadie lo que realmente pasó aquella noche de tormenta. La gente se enteraba por las noticias o porque alguien de mi familia se lo hacía saber, como pasó con Hank y Carol, pero nunca se lo había contado a nadie por mi propia cuenta hasta ahora.

Todo este tiempo lo había estado haciendo mal, había intentado separarme de Julie y enfadarla, cuando lo que deseaba era acercarme y hacer que el brillo en su mirada creciera. Me había empezado a juntar con Sarah por los momentos de desconexión, y agradezco tenerla a mi lado, pero en realidad solo necesitaba sentirlo todo y dejarlo suceder. Había intentado alejar a todo el mundo a mi alrededor y con eso solo conseguía hacerme más daño, porque yo nunca había sido así y a mi niño interior le dolía que lo obligara a serlo.

Fue ese día cuando entendí que venir a Texas fue la mejor decisión que podría haber tomado, porque si no, lo más probable es que siguiera metido en ese pozo y con la máscara puesta ante los demás.

—¿Habéis visto algún zorro por aquí? —pregunta Hank mientras su hija y yo estamos agachados entre las tomateras—. Huellas, mordeduras... cualquier cosa. Hace un par de días que desaparecen algunas gallinas y frutas.

—No hemos visto nada, pero estaremos atentos —le responde Julie, sin dejar de trabajar.

Una idea se me pasa por la cabeza mientras la miro con malicia.

—En realidad yo sí que lo he visto, iba lleno de barro.

—¿Qué? ¿Cómo has podido verlo si estamos todo el rato juntos? —pregunta ella, ahora dejando los tomates para mirarme directamente.

Lo único que hago como respuesta es darle un empujón para que caiga sobre el barro bajo nosotros y se embadurne por completo de suciedad.

Ella suelta un alarido sorprendido mientras cae, pero es incapaz de detener su cuerpo antes de que toque el suelo del huerto.

—Ahí lo tiene señor Sanders —río—. Ve, como le decía, lleno de barro.

Julie me mira con una falsa expresión de enfado mientras su padre se ríe de nosotros antes de despedirse. Tan solo lo escuchamos alejarse, siento una enorme pelota de tierra chocar con fuerza contra mi pecho.

La guerra de barro comienza en ese mismo momento. Pasamos varios minutos empujándonos hasta que acabo cayendo sobre ella, haciendo que nuestros pechos se unan. Me da tiempo a poner los brazos a los lados de su cabeza, pero mi rostro queda suspendido sobre el suyo.

Las risas se detienen de repente mientras nuestras miradas se mantienen conectadas.

Nunca había observado su rostro tan de cerca. Puedo ver el encantador brillo en su pelo moreno, su hermosa nariz redondeada, sus labios rosados por habérselos mordido con nerviosismo, las diminutas pecas que recorren sus mejillas, sus profundos ojos color esperanza y la pequeña mancha de suciedad que abarca la cima de una de sus cejas.

—Yo también quiero jugar.

La animada voz de Ava, hace que despertemos del ensueño y la encontremos esperando al otro lado del huerto.

No sé lo que habría llegado a pasar si Ava no hubiera aparecido. Julie y yo nos separamos con rapidez con un trato silencioso, olvidar este momento y seguir como hasta ahora.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora