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JULIE
—Hemos llegado —dice Ryan tras cerrar la puerta a nuestras espaldas.
Hemos vuelto un poco más tarde de lo que habíamos pensado, pero parece que Carlos y Patri todavía no se han ido a dormir.
Hay un par de luces tenues encendidas en el salón y otras se van iluminando a medida que se escuchan sus andares en nuestra dirección.
—¿Cómo os lo habéis pasado? —pregunta Carlos cuando llegan junto a nosotros.
—Ha estado muy bien. Parece que nada ha cambiado.
Ryan sigue hablando con él del despampanante restaurante, pero Patri y yo nos quedamos en una dimensión aparte.
Tiene la mirada clavada en mi pecho y tengo claro qué es lo que observa. El colgante con el anillo de su hijo.
Al principio no sentía que fuera correcto que Ryan me lo entregara a mí, pero no puedo engañar a nadie diciendo que no me alegra tenerlo. No conocí al hombre en el que se convirtió, pero fui mejor amiga de aquel risueño niño que me alegró cada tarde de verano.
He estado a punto de no aceptarlo. Iba a volver a rechazarlo y devolvérselo a Ryan cuando una fría brisa ha acariciado mi cuello. No hacía aire, ni siquiera frío, Ryan tampoco parecía afectado. Puede que esté loca o puede que simplemente esté desesperada por recordar su presencia, pero he sentido que era una señal de Marcos, asegurándome que las palabras de Ryan eran verdad, que quería que yo llevara el anillo. Esa es la razón por la que he aceptado tenerlo.
Y ahora, viendo la acuosa mirada de su madre, sé que es lo que él habría querido.
—A él le habría encantado verte lucir su anillo con tanto orgullo, cielo —me dice cuando nadie más puede oírla.
—Así será siempre. Lo juro.
Me abraza con fuerza y no me suelta hasta varios minutos después.
Todavía me parece sentir su suave tacto a mi alrededor mientras estoy sentada sobre el colchón de la habitación de invitados. El momento ni siquiera desaparece de mi mente mientras envío un montón de mensajes a mi familia explicándoles las tareas que dejé pendientes antes de partir.
—¿Por qué te estresas tanto con el rancho? —pregunta Ryan, antes de arrebatarme el móvil de entre las manos para dejarlo sobre la mesita de noche.
—Supongo que para que Ava pueda seguir su sueño —respondo antes siquiera de darme cuenta.
—No te sigo...
Sus palabras no intentan ofenderme, al contrario, quiere entenderme.
Se estira sobre las sábanas y me anima a hacer lo mismo, ambos mirando al blanco techo como si así pudiéramos esclarecer nuestros propios pensamientos.
—Ya sabes, yo nunca pude hacer lo que me habría gustado hacer y no pienso permitir que ella tenga que pasar por lo mismo.
—¿Por eso te empeñas en que todo salga perfecto siempre?
—Mhm —murmuro—. Es gracioso, ¿sabes? La gente dice que el dinero no da la felicidad y, puede que tenga sus matices, pero es una frase de mierda. Tuve que trabajar gratis en el rancho e invertir todo mi tiempo para que mi familia pudiera salir adelante. Gracias a la idea del festival y a los encargos pudimos ir ahorrando, pero desde entonces me dije a mí misma que no volveríamos al mismo punto. Me juré a mí misma que Ava no se privaría de nada.
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Las Cinco Amapolas
RomanceSiempre se ha dicho que del odio al amor hay un solo paso, pero ellos preferirían tirarse por un precipicio antes que darlo. Julie lleva trabajando en el rancho de su familia desde que tiene uso de razón. Todos en el pueblo la adoran, a ella y a su...