43| Aprender a compartir

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JULIE

—Preciosa.

Me giro con rapidez al escuchar a Ryan llamándome.

¿Los ha llamado ya? ¿Ha ido todo bien? ¿Está llorando? ¿Está molesto? ¿Está feliz? Mil preguntas cruzan mi mente, hasta que veo la enorme sonrisa que lleva en su rostro. Ha ido bien.

Me levanto para ir junto a él mientras me enseña la pantalla para que vea que sigue en la llamada con sus padres.

—Te he preparado un café —susurro, yendo hacia la cocina y sintiéndolo caminar a mis espaldas.

—Mis padres quieren hablar contigo —dice después de sentarse frente a la encimera.

—Yo también quiero hablar con ellos —exclamo.

Ryan no se mueve, solo mantiene el teléfono encendido en una de sus manos mientras me observa como si no hubiera nada más a su alrededor.

—Venga —lo animo.

Vuelve a sonreír, destapando el micrófono, mientras me recuesto sobre un lado de su pecho y me envuelve con el brazo.

—Estáis en altavoz —dice.

—Hola, señor y señora Bennett —canturreo cerca del aparato.

—Julie... ¿Qué te dijimos la última vez? —me pregunta su padre con falsa voz de regaño.

—Hola, Mike y Sonia —vuelvo a canturrear entre risas.

—Gracias por devolvernos a nuestro hijo, cielo —dice Sonia.

Mis ojos se empañan y siento que se me corta la respiración. Que los padres de la persona a la que amas te den las gracias por estar ahí para su hijo y te aprecien como parte de su familia, es algo que no se puede describir.

—Mamá, la vas a hacer llorar —dice Ryan.

—Déjame decirle cosas bonitas a mi nuera.

—Eso, deja que me diga cosas bonitas —la apoyo.

Nos quedamos callados, como si pudiéramos vernos a la perfección a través de la llamada, hasta que Mike vuelve a hablar.

—Bienvenido a la vida de un mandado, hijo.

Nos hace reír a todos, menos a Sonia, a la cual escuchamos darle un ligero golpe a su marido.

—Lo siento, cariño —oímos que le dice Mike.

Cada cosa que pasa hace que Ryan y yo riamos aún más fuerte.

—¿Nosotros seremos así? —me pregunta.

—Eso espero.

—Yo también.

Pasa al menos un cuarto de hora más hasta que colgamos. Todo podría haberse puesto incómodo después de una conversación así, pero nada de eso sucede. Lo único que creo que ambos podemos sentir es que hemos dado un paso más en nuestra relación.

Me separo de Ryan solo para poder dejarle mi bol de cereales a medio comer al lado de su taza de café.

—¿Me toca desayunar tus sobras? —ríe.

—Te he hecho un café para ti solo —defiendo—. Además, a ti te gustan esos cereales y a mí ya no me caben más.

—¿No te caben más? —pregunta con divertida incredulidad—. Pero si te has dejado un montón.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora