25| Sorpresa

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JULIE

Tan solo despertar, me doy cuenta de que sigo completamente pegada al cuerpo de Ryan, tal y como él me animó a ponerme por la noche.

Pasamos horas hablando antes de llegar a dormirnos por completo. Es una locura la manera en la que no nos reconocimos a pesar de haber sido mejores amigos durante años y que mi hermana mayor lo hiciera al instante.

Puede que lo que le dijera ayer a Ryan fuera verdad, puede que todo esté ocurriendo demasiado rápido, pero llevo varios minutos sintiendo su matutina mirada sobre mí y no tengo la mínima intención de impedírselo. Me reconforta saber que está aquí, mirándome con la emoción marcada en sus facciones.

Finjo estar durmiendo más tiempo del que puedo llegar a contar mientras disfruto de las suaves caricias que va dejando en la parte baja de mi espada, provocando que me relaje aún más en la comodidad de sus brazos. Sus dedos sobre mi piel provocan tantas reacciones en mi cuerpo que no puedo evitar que una delicada sonrisa se escape de entre mis labios.

Ryan detiene sus caricias al instante.

—Sigue —murmuro.

Sé que me escucha, pero es como si la idea de que haya estado despierta todo este tiempo lo petrificara.

Abro los ojos y lo veo frente a mí, a apenas un par de centímetros, con sus párpados cerrados con fuerza. Su rostro no se ve compungido, pero sus ojos están demasiado tensos como para estar realmente dormido.

Río sin cuidado al verlo así.

—Sé que estás despierto —me regocijo.

Se le enrojecen las mejillas, pero en su rostro no cambia nada, se mantiene como si no me hubiera escuchado. Vuelvo a reírme sin ningún tipo de control mientras me estiro para acariciar sus mejillas enrojecidas. 

Juego un rato con su piel, al igual que con los cortos mechones de su cabello, esperando recibir alguna reacción por su parte, pero no hace nada hasta que me alejo. Es entonces cuando abre los párpados y me deja ver sus profundos ojos azules, haciendo que nuestras miradas se conectan como ya están acostumbradas. Aparece esa conexión que no se muestra con nadie más a nuestro alrededor.

Nunca antes habíamos estado así, pero siento que es lo más natural del mundo, como si no fuera la primera ni la última vez que fuera a pasar.

—Roncas —suelta de repente, como si nada más pasara entre nosotros.

Me aparto ligeramente de su cuerpo, alejando el rostro con falsa ofensa y poniendo una mano en mi pecho con dramatismo.

—Eso no es verdad —me defiendo.

—Sí que lo es.

—¡Qué va!

—Sí.

—No.

—Que sí.

—Que no.

Así empieza nuestra pequeña pelea, gritándonos falsamente y haciéndonos cosquillas por la simple cuestión de si ronco o no.

Nos llevamos golpes, risas y graciosos gruñidos por parte del otro, hasta que acabamos tumbados boca arriba sobre el colchón, intentando no volver a atacarnos y normalizar nuestra respiración.

—No me siento listo para trabajar hoy.

—Después de lo de anoche, no creo que ninguno vaya a trabajar. Lo más seguro es que nos tomemos el día libre.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora