10
◓
JULIE
Han pasado dos semanas desde que Ryan y yo fuimos obligados a trabajar juntos para el festival. Las cosas están un poco más calmadas entre nosotros. Nos seguimos detestando como antes, pero intentamos dirigirnos la palabra lo mínimo posible.
Tampoco hemos vuelto a hablar como lo hicimos en la cafetería antes de que todo empeorara. No hemos vuelto a sentir esa conexión que sé que ambos sentimos y ocultamos bajo el odio que nos juramos tener desde el primer día. Supe que aquel momento era una tregua temporal, apenas duró unos minutos, y no me equivoqué.
Está claro que ninguno tiene ganas de enzarzarse con el otro, nos limitamos a soportarnos y hacer como si no supiéramos que el otro está trabajando a apenas un par de pasos.
Justo como estamos haciendo ahora mismo. Ambos nos encontramos en el granero, pintando el arco que rodeará la entrada el día de la fiesta, pero hacemos como si no notáramos la presencia del otro. Él hace su parte y yo la mía, él no pide ayuda y yo tampoco, él ignora mi presencia y yo la suya.
No deja de mirar el reloj cada poco tiempo, e intento no pensar en ello, pero llega un momento en que su extraño estado de ánimo me impide trabajar con tranquilidad. Entiendo que no quiera estar aquí, pero tampoco creo que sea tan horroroso como para esperar con ansia el momento de acabar.
—¿Tienes prisa para ir a alguna parte?
Creo que eso es lo primero que le digo desde hace una semana.
—Algunos tenemos vida fuera del trabajo, ¿sabes?
En su voz ya no hay chulería ni gracia, como pasaba tiempo atrás, ahora es pura antipatía.
—¿Conque así van a ser las cosas?
No contesta, ni siquiera levanta la brocha para mirarme.
—¿Sabes que es culpa tuya, no? ¿De verdad te importa algo de todo esto? Si tanto te molesta, puedes largarte.
—Créeme, eso es lo que más quiero en este momento —responde con sequedad—. ¿Y vamos, culpa mía? Eres tú la que ha estado a la defensiva desde que nos conocimos.
—¿Ahora soy yo la culpable?
—Que yo recuerde, no te he hecho nada.
Tan solo decirlo, sabe que sus palabras no son ciertas. Solo responde como el vil mentiroso que es.
—Tienes que estar tomándome el pelo —mi voz suena cada vez más enfadada—. Desde que llegaste te has empeñado en hacerme la vida imposible. Te ríes de todo lo que me pasa. Hablas con todos menos conmigo. Sabes que has hecho cualquier cosa por enfadarme y lo peor es que ni siquiera sé por qué demonios empezaste a hacerlo.
—Por Dios —se empieza a cabrear también—. La mayoría de cosas de las que te quejas eran bromas. ¿Sabes lo que son las bromas o eres estirada hasta para eso?
No eran bromas, quería cabrearme y ambos lo sabemos.
Puede que las últimas veces sí que fueran pequeños chistes y tonterías, pero al principio era odio sin razón alguna. Desde que llegó se empeñó en molestarme sin motivo aparente y con eso consiguió que yo repudiara una posible amistad entre nosotros. Consiguió que nuestra relación fuera la peor que podría haber existido.
—¿Sabes qué? Da igual, que tengamos que trabajar juntos para el festival no significa que tengamos que dirigirnos la palabra, cada uno con lo suyo y ya. Lo hemos estado haciendo estas semanas, no creo que sea difícil para ninguno.

ESTÁS LEYENDO
Las Cinco Amapolas
RomanceSiempre se ha dicho que del odio al amor hay un solo paso, pero ellos preferirían tirarse por un precipicio antes que darlo. Julie lleva trabajando en el rancho de su familia desde que tiene uso de razón. Todos en el pueblo la adoran, a ella y a su...