49| Cambio y corto

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JULIE

—¿Ha llegado Herbert? —pregunto tan solo ver a mi madre entrar con un vaso de agua y las pastillas que llevo tomándome todos estos días.

Ryan se ríe desde la pared en la que está apoyado, pero no dice nada. Lleva encerrado conmigo en la habitación desde el día del accidente. Apenas consigo que vaya a su casa a descansar un par de horas al día.

—Todavía no, cielo.

—¿Puedes avisarme cuando venga?

—Serás la primera en saberlo, pero hasta entonces, tú te quedas aquí descansando —dice, intentando esconder su divertida sonrisa, antes de volver a salir.

Todos van con prisas de un lado a otro de la casa, se notan los nervios y la energía en sus cuerpos. Hoy es el día del festival y, aunque el sol todavía no ha salido por completo, el interior de mi casa ya está despierto.

Hay muchas cosas que preparar antes de que los visitantes empiecen a llegar, y yo no puedo ayudar hasta que Herbert venga y me permita salir y empezar a trabajar. Hace un par de días vino a decirme que debía estar en cama, pero dentro de un par de horas empieza el festival y quiero estar allí con los demás.

Necesito vivir todo lo que llevo meses preparando. Necesito saber que todo sale bien. Necesito ver que todos disfrutan. Necesito ver las sonrisas de la gente y escuchar sus carcajadas. Necesito sentir que, al menos durante un día, todos se olvidan de sus problemas y disfrutan con sus seres queridos de un momento como este.

—Eres una impaciente —me dice Ryan.

—Esto es importante, llevamos meses preparándolo y quiero estar para verlo y escuchar lo que dice la gente —replico.

—Lo verás igualmente, preciosa.

—No quiero verlo desde la ventana de mi cuarto, quiero vivirlo. Y encima tú ni siquiera quieres estar con ellos para ver que todo va bien.

—Quiero estar aquí contigo. Además, los demás llevan todos estos días cuidando los últimos detalles, sabrán ocuparse del resto de cosas.

—No es lo mismo —farfullo.

—Lo sé. ¿Pero qué quieres que hagamos?

—Quiero que llegue Herbert y me diga que puedo salir de aquí.

Una fuerte carcajada y una reprendedora mirada son lo único que recibo de su parte. Ryan lleva todos estos días riéndose de mí porque estoy más impaciente por ver a Herbert que por cualquier otra cosa.

Todos me han estado visitando y Riley ha estado llamando cada tarde. Algunos incluso me han traído globos y peluches, y aunque saben lo mucho que aprecio cada uno de sus gestos, siento que lo más importante es que Herbert venga a decirme que ya soy libre.

Necesito saber que el festival es un éxito. Éxito. No, no hace falta que sea un éxito, solo quiero que todos sean felices aunque sea durante un rato.

—No te preocupes, Herbert no tardará en llegar —sigue Ryan—. Y si te dice que no, pues nos quedaremos y veremos a toda la gente disfrutar desde aquí.

—No me convence —respondo con facciones enfurruñadas.

—No sería tan malo, podríamos...

Antes de que llegue a decir algo más para convencerme, la puerta de mi habitación vuelve a abrirse y mi madre se adentra.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora