36| Souvenirs

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RYAN

—Vendré más tarde para verlos a todos —le digo a Julie mientras baja de la camioneta—. Voy a ver a mi tío y a dejar mi maleta en casa.

—¿Vendréis a comer?

—No sé lo que tiene pensado Fred, pero contad conmigo.

—No tardes mucho —grita cuando arranco para salir del rancho.

Las últimas horas parecen ser un borrón de imágenes en mi memoria.

Hace horas que subimos al avión para volver a casa, pero parece que hayan pasado días desde que eso pasó.

Hemos estado todo el vuelo escuchando canciones y riéndonos de las elecciones musicales del otro. El aterrizaje ha sido como una guerra por la supervivencia para Julie, pero aun así se ha puesto mucho menos nerviosa que cuando fuimos para allí.

La camioneta con la que fuimos al aeropuerto todavía estaba en el parking, por lo que aún no he tenido la oportunidad de ver a nadie de por aquí. Mentiría si dijera que no he echado de menos a los Sanders y a mi tío, hasta a Thor. Por eso, cuando empiezo a sentir el caucho de las ruedas chocar contra el camino pedregoso que lleva hasta mi casa, una sonrisa se extiende en mis labios.

Veo a mi tío mucho antes de aparcar frente al porche. Está a un lado de la casa partiendo troncos y no se detiene hasta que el polvo que arrastro conmigo llega a él. 

—Ey, chico.

—Tío Fred.

Esta vez sí nos abrazamos. Es extraño, pero también reconfortante.

—¿Cómo ha ido todo?

—Ha estado bien.

Esta es nuestra manera de comunicarnos, simple y concisa. Al principio era un poco raro que fuéramos familia y no habláramos de absolutamente todo lo que pasa en nuestras vidas, pero ahora me doy cuenta de que mi tío es una de las personas que más me conocen. No le hacen falta mil palabras para saber todo lo que pasa en mi vida sin que yo tenga que contárselo. Puede que sea porque somos familia, pero con una simple mirada o un disimulado gesto, sabemos qué es lo que pasa por la cabeza del otro. 

—Me alegro. Me alegro —dice, dándome un par de palmadas en lo alto del hombro.

Thor viene corriendo en mi dirección en cuanto se da cuenta de mi presencia. Me agacho para acariciarlo con entusiasmo mientras mi tío se entretiene jugando con el mango del hacha.

—Sarah ha venido hace un rato. Está esperándote dentro.

Una carcajada sale de lo más profundo de mí. Llevo aquí más de cinco minutos y no ha sido capaz de decírmelo hasta ahora. 

Tan solo cruzar la puerta de entrada, veo a Sarah moviéndose de un lado a otro por la cocina. Está de espaldas, con una sartén en la mano y la tapa de una olla en la otra, haciendo de escudo contra las salpicaduras del aceite.

—¿Qué haces? —pregunto entre risas.

Está claro que no se quema por las diminutas salpicaduras, pero se asusta tanto al escucharme que por poco no se lo tira todo encima.

—Podría haberme hecho daño, estúpido —grita mientras apaga el fuego y se lanza a abrazarme.

Es divertido escucharla echándome la bronca mientras nos balancea de un lado a otro en medio del salón.

—¿Qué haces aquí?

—¿Cómo que qué hago aquí? —pregunta, haciéndose la indignada.

—Pensaba que estarías con los Sanders esperando a Julie.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora