3| Ella

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JULIE

—¿En serio es necesario? —le pregunto a mi padre mientras veo a nuestro vecino y su sobrino atar su pedido a una de nuestras carretillas.

No es que tenga nada en contra de Ryan, en realidad su presencia me genera cierta curiosidad, pero siempre he preferido hacer las cosas por mí misma. Es la única manera de asegurarme de que todo queda a la perfección.

Lo único que me inquieta del recién llegado es la manera en la que sus ojos me siguen a todas partes. Quiero pensar que lo que he visto antes en su mirada son solo nervios. No me veo trabajando con otro niño de ciudad que huye del polvo y quiere hacerse el misterioso.

—De momento solo te he pedido que le enseñes el rancho.

—Ya pero...

—Tú piensa que, si nos ayuda, tendrás más tiempo para encargarte del festival. Más tiempo, más probabilidad de que salga perfecto. 

Y eso, señoras y señores, es lo que yo llamo "Jaque mate".

—No sé si me alegra que me conozcas tanto —le digo con una sonrisa y la ceja enarcada.

—Te conozco desde que naciste. Imagínate.

Siento la penetrante mirada del chico a mis espaldas en el mismo instante en que la silueta de su sombra aparece junto a la mía. Tengo que distanciarme un par de pasos para poder girarme y encontrarlo a mi lado. Se detiene tan cerca de mí que soy capaz de ver a través del profundo azul de su mirada. 

Doy un paso atrás por puro instinto y un atisbo de sonrisa se forma en el rostro de Ryan. Una sonrisa que me asusta y confunde a partes iguales.

Lo estudio de arriba a abajo, notando su nuevo sombrero vaquero y los gruesos guantes enganchados en su cinturón. Parece más un disfraz para Halloween que ropa para trabajar.

—¿Estás listo? —le pregunto después de aclarar mi garganta con un carraspeo.

Él permanece impasible. Únicamente recibo una altiva y distante mirada por su parte.

No reacciona hasta que escuchamos a mi padre decir:

—Dejad el establo para el final, tu madre necesitará ayuda con los caballos.

Es entonces cuando escucho el resonar de las botas de Ryan arrastrándose sobre el suelo a mis espaldas, moviéndose con pesar y bravuconería. 

"Ten paciencia, está nervioso", me digo. "Es el sobrino de Fred, no puede ser tan malo tenerlo aquí".

—Bien. A la derecha están los prados y a la izquierda encontrarás el resto de nuestras instalaciones —digo tras varios minutos andando—. El único lugar donde tienes que pedir permiso para entrar es la casa.

Estoy segura de que mientras venía hacia aquí ha visto los prados, por lo que no pierdo el tiempo en ellos y sigo caminando con él a mis espaldas.

No sé si lo hace a propósito, pero juraría que cada vez camina más lento para ir pateando una pequeña piedra con la punta de su bota, como si le hiciera gracia verme rodar los ojos cada vez que veo la roca adelantarme.

Puede que esté aquí para ayudarnos, pero la paciencia nunca ha sido uno de mis fuertes.

Después de quince minutos caminando en silencio, empiezo a acostumbrarme a no recibir respuestas por su parte. Al principio lo he intentado, pero tras obtener más palabras por parte de los grillos que por él, me he acabado rindiendo.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora