39| El fotógrafo

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JULIE

Estoy en la cafetería de Carmina, con Ava sentada en mis piernas y Ryan frente a mí, y lo único en lo que puedo pensar es en lo asombrosas que han sido estas últimas dos semanas.

Por suerte o por desgracia, no hay nadie en el pueblo que no sepa sobre nuestra relación, y si hay alguien, Ryan se encarga de hacerlo evidente de cualquier manera que se le ocurra. Hasta ahora lo ha gritado en medio de la plaza, me ha besado de manera cavernícola en el parque porque según él "unos energúmenos no dejaban de mirarme" y no ha parado de publicar fotos mías o de él agarrándome la mano. Podría decir que la situación me sobrepasa, pero no hay manera de ocultar la ilusión que me hace que él sea así, ni tampoco la manera en la que se me acelera el corazón cada una de las veces.

Siempre dicen que quien te quiere, te quiere donde sea y delante de quien sea, y Ryan no ha dejado que esas palabras se vayan con el viento.

—Aquí lo tenéis —dice Carmina, dejando lo que habíamos pedido sobre la mesa—. Me alegra mucho que estéis juntos, chicos.

—A mí también —salta Ava con entusiasmo.

—¿A que tengo la novia más bonita y buena del universo entero? —le pregunta Ryan mientras Carmina y yo los miramos con una tierna sonrisa.

—¡Sí! —grita mi hermana antes de saltar por encima de la mesa para poder sentarse en las piernas de Ryan.

No bromeo cuando digo que todo el mundo sabe que Ryan y yo somos novios ahora. Todo el pueblo lo sabe. Y lo mejor es que parece que todos están igual de entusiasmados. Empiezo a pensar que eso de que todos llevaban meses queriendo que fuéramos pareja, superaba niveles que nadie había previsto. Parece que nos hayamos convertido en la prensa rosa de por aquí.

—No sabes lo mucho que me gusta que todos lo sepan, pero creo que es hora de marcharnos —dice Ryan—. No me imaginaba que al vivir en un pueblo todo sería tan público.

—Vete acostumbrando. Aquí los secretos tardan nada y menos en ser sabidos por todos.

Puede que parezca cargante, pero por lo menos tengo el consuelo de saber que dentro de unos días pasará cualquier otra cosa y nosotros dejaremos de ser el centro de atención.

—¿Vais a venir a jugar conmigo? —pregunta Ava mientras pasamos bajo el arco de entrada del rancho.

Ryan le agarra de una mano mientras yo le agarro la otra y la balanceamos para hacerla volar una vez tras otra.

—Ahora iremos a trabajar, pero tenemos toda la tarde para estar contigo —le respondo.

—¿Seguro?

—Claro que sí, hermosa. ¿Qué te parece si tú ayudas a Ryan con Tuli mientras yo termino algunas cosas del festival?

—Vale —grita, entusiasmada, a la vez que deja ir mi mano y arrastra a Ryan a sus espaldas para llegar corriendo al establo.

Con una media sonrisa en el rostro, sigo mi camino y me pongo manos a la obra.

Puede que hayan pasado muchas cosas durante estos últimos meses, pero el festival sigue estando en lo más profundo de mí y quiero que todos los que vengan sean incapaces de no pensar en lo fascinante que es todo a su alrededor. Quiero que sea algo asombroso para todos y que no duden ni un segundo volver el próximo año. Quiero que sea algo que las familias puedan disfrutar y que venir al rancho sea una tradición más para ellos. Quiero que Las Cinco Amapolas sea un lugar mágico.

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