34| Ascenso a la corona

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JULIE

—Buenos días, dormilona —oigo al abrir los ojos y notar la luz chocar contra mi piel.

Miro a mi lado, buscando el cuerpo de Ryan, pero no soy capaz de encontrarlo hasta que oigo el repiqueteo de sus pasos al lado de la cama.

Se acerca a mí a medio vestir. Acaba de salir de la ducha. 

—Hola —balbuceo, adormilada.

Ryan me deja bostezar, pero no tarda en agacharse a mi altura para dejar un casto beso en mis labios.

Por mucho que lo haga, siempre parezco sorprendida. Todavía no pierdo la fe en que llegará el momento donde sea yo quien se lance a besarlo y él se quede con mi misma cara enrojecida. Por lo menos han pasado un par de días desde que empezó a robarme besos y ya no me sonrojo tanto como al principio.

Ryan se me queda mirando como si cada beso fuera una victoria más para él. Y le encanta acumular victorias.

—No puedo creer que apenas nos queden un par de días aquí —digo mientras rebusco en mi maleta sin deshacer.

—Se ha pasado volando.

—Ojalá pudiera detener el tiempo para estar aquí un par de días más —confieso.

—Me alegro de que te esté gustando —ríe—. Pero el viaje no ha terminado, y todavía quedan un par de cosas que quiero enseñarte.

—¿Tenías planeado todo lo que haríamos? 

Lo veo encogerse de hombros a través del espejo, sin querer decirme la verdad, pero tengo claro que empezó a planearlo todo justo después de saber que yo quería visitar cada uno de esos sitios. 

En lo que llevamos de viaje, Ryan me ha enseñado la Quinta Avenida, me ha llevado a ver a Marcos, a Times Square y a Central Park. Sería una absurda mentira decir que no estoy deseando ver a que otros sitios planea llevarme.

—Vístete, no tardaremos en irnos —dice.

—¿A dónde?

—No se puede visitar Nueva York sin comer una de nuestras famosas pizzas.

—¿Comeremos pizza? —pregunto con emoción.

—Mhm. Aunque estoy seguro de que el plan de después te gustará mucho más —asegura, con una sonrisa imborrable que ilumina su rostro.

Me cuesta saber quién de los dos está más feliz por este viaje.

—No pienso decirte nada más, suficiente he desvelado ya —sigue al ver que iba a preguntar.

Ryan sale de la habitación mientras yo me visto, pensando en todos los lugares de los que podría estar hablando. El puente de Brooklyn. El Empire State. El Museo de Arte. Podría ser cualquiera de esos lugares, pero está claro que Ryan es un experto en sorprenderme. Dudo que hoy sea la excepción.

No puedo dejar de pensar en ello ni siquiera mientras nos despedimos de Carlos y Patri.

Al principio pensaba que se cansarían de tenernos a Ryan y a mí entrando y saliendo de su casa, pero nos han tratado como si fuera también nuestro hogar. No me olvidaré de ellos cuando vuelva a casa. Siento que he recuperado parte de mí al conocerlos y no pienso dejar que los Santimaro vuelvan a desaparecer de mi vida.

—Por lo que veo, Ryan está poniendo mucho empeño en enseñarte lo mejor de la ciudad —dice Carlos.

—¿Sabes dónde me llevará?

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora