35| Vuelve el 21

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RYAN

—No puedo creer que mañana ya volvamos a Texas —digo.

Paseamos por uno de los frondosos parques de la ciudad como si no quisiéramos que el tiempo avanzara, ralentizando nuestros pasos para no llegar a la fría acera y tener que emprender nuestro camino de vuelta hacia casa de los Santimaro.

Salimos hace horas a caminar por la urbanización y todavía no hemos juntado las suficientes ganas para volver. Hacerlo sería aceptar que nuestro viaje se termina.

—Y qué lo digas —murmura, observando cada pequeña planta y gran árbol que nos rodea—. Todo esto ha sido como un sueño.

Aún después de poner nuestros pies sobre la acera, Julie sigue observando a su alrededor como si no hubiera visto nada igual en su vida. Es alucinante la manera en la que se emociona con un puñado de edificios y unas cuantas plantas, cuando ella vive en un paraíso natural como ningún otro.

Ando por el adosado camino en dirección a la calle en la que hemos estado viviendo esta semana, pero Julie me detiene antes de que pueda abandonar el parque.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Quiero llevarte a un sitio antes de volver.

—¿Tú?

No sé cómo piensa llevarme a algún sitio si con suerte no se pierde cada vez que salimos a la calle. Puede que acabemos en un lugar abandonado, pero no pienso romperle la ilusión de llevarme a donde quiera.

—Está cerca, bobo.

Empieza a caminar, agarrándome de la mano como si no quisiera perderme de vista, mientras se mueve de un lado a otro intentando situarse a sí misma. Está tan concentrada que no puede verme, pero sonrío cada vez que arruga la nariz o frunce las cejas tratando de orientarse.

No digo nada para no estropear su sorpresa, pero nos perdemos un par de veces antes de llegar al destino final.

Sé perfectamente donde estoy.

El corazón me bombea a toda velocidad, sin fijarse en que mis pies se deslizan hacia el interior del recinto. Ni siquiera soy consciente de lo que hago.

Julie no se separa de mi lado en ningún momento. Me deja procesar el lugar y acostumbrarme a él.

Siento la arena bajo mis pies y más adelante la hierba. El viento se arremolina a mi alrededor, llenándolo todo de polvo seco, pero lo único que yo siento es que puedo respirar de nuevo.

Lo percibo todo como si fuera una simulación. La imagen no se esclarece hasta que pestañeo de nuevo.

En cuanto pongo mis dos pies sobre la base, vuelvo a mirar a Julie y veo que no tiene las manos vacías. Un bate y un guante de cuero marrón la acompañan.

Soy incapaz de pronunciar palabra.

—No pienso presionarte a nada. Si quieres nos vamos ahora mismo y hacemos como si nada hubiera pasado.

La observo y tengo clara la idea que hay formada en su cabeza.

Sigo estático en mi lugar.

—Hace unos días pasé por aquí con Patri y me dijo que tenía esto guardado en el desván —sigue, haciendo notar lo que trae con ella.

Camina hacia mí hasta que solo un paso nos separa.

—Creo que estás preparado y también creo que llevas mucho tiempo echando esto de menos, pero no pienso obligarte a hacer algo que no quieras hacer.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora