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JULIE

Ryan no es quien pensé que era.

Lo he seguido hasta la casa y lo he visto meterse en mi habitación con el rostro descompuesto.

Pese a no haber hablado con él estos días, no lo detesto como antes, aprecio todo lo que ha intentado hacer después de darse cuenta de que no hizo lo correcto. Aunque intente no hacerlo, no he podido evitar preocuparme al verlo así. 

Cuando he llegado frente a mi puerta cerrada, he pensado en entrar y preguntarle que hacía allí, pero se me ha paralizado el cuerpo al escuchar sus hipidos lacrimosos y sus palabras atropelladas por la costosa respiración. 

Me he quedado allí bloqueada hasta que lo he oído colgar la llamada y me he dado cuenta de que estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y dejando que húmedas lágrimas se deslizaran desde mis mejillas hacia el suelo. 

No he tardado en asomarme por la puerta para ver en que condiciones estaba mi compañero, pero me he encontrado con su robusto cuerpo acurrucado compungidamente sobre la cama con mi enorme peluche encerrado entre sus brazos. 

Al instante he sabido que lo mejor era dejarlo allí, pero no he podido sacarme una de sus frases de la cabeza. "¿Tú sigues creyendo que merezco la pena?". Durante todo este tiempo nunca he pensado que Ryan pudiera estar tan herido por alguien.

Sigo secándome las lágrimas mientras camino de un lado al otro del rancho en busca de mi madre. No detengo mis largas zancadas hasta que llego al establo y miro en cada uno de los boxes hasta que la encuentro dándole un par de azucarillos a Tuli.

—Mamá —la llamo, haciendo que ella se gire para verme entrar—. ¿Tú sabes lo que le pasa a Ryan? 

Solo es capaz de mirarme con tristeza y comprensión cuando se da cuenta de mis ojos húmedos y manos temblorosas. 

—¿Siempre se ha sentido así sin decírselo a nadie?

—¿Te ha contado lo que le pasó?

—No, lo he escuchado hablar con alguien por teléfono.

—Ryan está sufriendo mucho ahora, Julie, pero estoy segura de que te lo contará todo cuando se sienta preparado.

—¿Sabes con quién hablaba?

—No es mi deber contártelo, cielo —dice con suavidad—. Sé que el carácter de Ryan es un poco complicado, pero tal vez podrías darle una oportunidad para que pueda llegar a explicarte las razones por las cuales es así. Muchas personas actúan de manera extraña cuando están asustadas.

—¿Por qué Ryan estaría asustado?

Nunca me habría imaginado a Ryan de la manera en la que lo he visto hoy y mucho menos habría pensado que es porque está asustado.

—Debemos ser pacientes con los que padecen al intentar comunicar sus emociones. Hay personas a las que esa sencilla tarea se les dificulta a niveles estratosféricos. Por la razón que fuera, hace unos meses, él dejó de compartir sus sentimientos. Así es como se siente protegido —explica—. Las personas como él se sienten sofocadas cuando esperas que hablen y solo se escucha un profundo silencio en la habitación, tartamudean cada vez que intentan expresar sus sentimientos con palabras y sus ojos se pasean por el lugar mientras intentan buscan cualquier vía de escape. Para ellos, la ansiedad y el miedo pueden olerse en el aire y hace que no puedan hablar —sigue—. Debes ser paciente con él, tienes que darle tiempo para que se abra a ti como no lo ha hecho con nadie durante todo este tiempo.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora