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RYAN
Siento la mirada de la chica clavada sobre mí mucho antes de que la diminuta niña de cabello moreno aparezca corriendo ante nosotros.
No sé qué es lo que le dice a Hank, que la mantiene entre sus brazos, pero al momento todos nos encontramos observando a la chica con la que estaba.
Usando la excusa que me brinda la que debe ser la hermana pequeña, me la quedo mirando sin disimulo. Tan solo pasar mi mirada sobre ella, sé que es una chica de campo, no hay nada en ella que grite extravagancia. En Nueva York nadie se giraría para verla, al menos no por su aspecto, pero hay algo es ella que me hace no querer romper la conexión entre nuestras miradas.
Nos estudiamos a detalle, sin ningún tipo de vergüenza.
A lo largo de estos últimos meses, me he acostumbrado a mirar sin modestia a la gente a mi alrededor, haciendo que sean incapaces de mantener su mirada sobre mí, pero ella hace que algo sea diferente. La manera en la que divaga por mi cuerpo con curiosidad, sin ningún tipo de pudor, me impide que haga lo mismo con ella. Hace mucho que nadie me mira de esa manera, que nadie me mantiene la mirada como ella lo está haciendo, como si no le importara en lo más mínimo la crudeza en mis pupilas.
En cuanto su mirada vuelve a clavarse en la mía, lo entiendo. Es ese brillo en sus ojos. En mi vida solamente ha habido otra persona con ese mismo brillo, y mi cuerpo arde con rabia tan solo verlo reflejado en esos ojos al otro lado del camino.
Su mirada continúa quemándome la piel, sin ser consciente de su capacidad para destruirme y prenderme en llamas con un simple pestañeo.
Con esa última mirada, sé que haré todo lo posible para no volver a ver ese brillo, para que ella siga siendo una persona cualquiera, para no tener que recordar.
Mi cabeza desborda confusión al no entender por completo lo que sucede, pero escondo todos esos sentimientos detrás de un gesto despreocupado y me dirijo a mi tío, que vuelve a hablar animadamente con el dueño del rancho.
—¿Nos vamos ya?
Ni siquiera le doy razones para hacerlo, simplemente lo miro y suelto esas palabras con la mínima emoción posible. Fred parece extrañarse. Todavía no llega a entender que no soy el mismo niño que venía años atrás durante las vacaciones.
Aún con la mirada de la muchacha sobre nosotros, se despide de Hank y volvemos a la camioneta.
No me doy cuenta de la fuerza con la que he cerrado la puerta hasta que la guantera se abre de un solo golpe y varios CD salen disparados de su interior. Johnny Cash, Jimmie Rodgers, Merle Haggard... Los voy observando mientras los devuelvo a su lugar, pero hay uno que llama mi atención.
"Girls also do country", se puede leer en estridentes letras rosas.
—No es mío. Julie suele usar mi camioneta.
—¿Estás saliendo con alguien?
Nunca lo he visto con pareja y lo cierto es que se me hace raro que haya conocido a alguien y no me haya enterado.
—Julie es la hija de Hank. Es un poco joven para mí —dice con cierta diversión.
—¿Ella? —pregunto, señalándola con un movimiento de cabeza.
—Mhm.
Vuelvo mi mirada hacia ella por puro instinto, pero la retiro con rapidez.
La camioneta no tarda en volver a estar sobre el sendero que sale del rancho, pero la chica no aparta la mirada un solo segundo. Veo por el retrovisor que le dice algo a su padre, pero en ningún momento deja de mirarnos, de mirarme.
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Las Cinco Amapolas
RomanceSiempre se ha dicho que del odio al amor hay un solo paso, pero ellos preferirían tirarse por un precipicio antes que darlo. Julie lleva trabajando en el rancho de su familia desde que tiene uso de razón. Todos en el pueblo la adoran, a ella y a su...