41| Primero la cena

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JULIE

—¿Alguien me puede decir que hacemos en la heladería en pleno otoño? —pregunta Sarah mientras observa su cuchara repleta de helado a medio derretir.

—Siempre es buen momento para comerse un helado —le responde Lucas.

Los presentamos oficialmente hace apenas un par de horas y ya parecen tratarse como si hubieran pasado toda una vida juntos. Supongo que vivir en un pueblo tan pequeño tiene sus ventajas. Los tres nos habíamos visto antes, en la escuela, en el parque, hasta en el supermercado, pero nunca nos habíamos juntado como amigos hasta ahora.

La verdad es que es gracioso. Cualquiera que nos viera, pensaría que llevamos años siendo amigos.

Lucas es el tranquilo y comprensivo. El confidente. Sarah es energía. La aventurera. Ryan es el que siempre parece enfadado cuando en realidad es un osito de peluche que no hace más que preocuparse por los demás. El cuidador. Y yo soy la que siempre tiene los ojos puestos en los demás, observándolos, intentando percibir cada pequeño detalle en sus facciones para saber lo que realmente piensan, lo que desean, lo que les preocupa y lo que no pueden sacarse de la cabeza. La observadora. Creo que somos una buena combinación. Nos equilibramos los unos a los otros. Cada aspecto parece estar en armonía cuando estamos juntos.

Lucas y Sarah siguen discutiendo sobre la ingesta de helados en otoño. Si Sarah no tuviera algo con Liam y Lucas no estuviera con Laura, intentaría juntarlos.

Siento a Ryan acariciar el dorso de mi mano, que no parece estar dispuesto a soltar desde que nos sentamos, y deslizo mi mirada hacia él.

Él ya me está observando cuando conecto nuestras miradas, y no intenta ocultar que lo estaba haciendo.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Ryan deja ir una sonrisa torcida al escuchar el tono alegre en mis palabras.

—Es bonito pensar que ninguno de nosotros se imaginó que esto acabaría así —dice—. Mira dónde estamos... Tengo una novia preciosa, la niña tímida del grupo de las chicas malas resulta ser un puro nervio que no se calla ni debajo del agua y el chaval que estaba enamorado de mi novia empieza a caerme bien.

—Hoy estás profundo —bromeo.

—Quiero decir... —empieza, mirando distraídamente a nuestros amigos para asegurarse de que siguen a lo suyo—. Cuando te miro sé que eres para siempre. Cuando estoy a tu lado siento que vuelo. La verdad es que no sé ni cómo empezamos, fue algo tan natural que ni siquiera sé dónde inició todo, pero tengo suerte de que el destino estuviera de nuestro lado. Creo que la gente debería tenerme envidia, pocas personas llegan a sentir lo que yo siento por ti.

Mis ojos se empañan por completo allí mismo, en medio de la heladería, rodeados de gente pero tan alejados a la vez.

—Es a mí a quien deberían tener envidia. Tengo al novio que cualquiera desearía tener —respondo de manera entrecortada.

Desearía decir muchas más cosas, pero las palabras se quedan atascadas en el nudo de mi garganta, que intenta que las lágrimas no terminen deslizando por mis mejillas.

Tengo suerte de saber que Ryan entiende todas esas cosas que no acaban de salir de mí. Hay veces en las que las palabras no son necesarias entre nosotros. Una mirada puede llegar a decirlo todo. Cómo ahora.

Nuestras miradas siguen conectadas, pero el mensaje ya no es el mismo. El ritmo de sus caricias en mi mano se ralentiza y nuestros cuerpos giran hasta estar sentados de frente, dejando a un lado al resto del local, pero nuestras miradas no se separan ni un mísero instante.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora