9| Renuncia

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RYAN

Camino sin mirar atrás, ni siquiera volteo cuando escucho la verja temblar por la fuerza con la que la empujo.

¿Quién cojones se cree Julie para hablar de mi pasado como si nada?

Tengo claro que la conversación que tuvimos en la cafetería de Carmina fue un alto temporal en nuestra guerra, pero esta vez se ha pasado demasiado de la raya. No tiene derecho a hablar de mi vida en Nueva York cuando no sabe nada de lo que pasó allí. Ni siquiera puede llegar a imaginárselo.

Nunca he querido que lo sepa, suficiente tengo con que Hank y Carol lo hagan, pero hablar de esa manera del pasado de alguien, sobre todo cuando es obvio que algo pasó, es otro nivel de crueldad.

—¿Ryan, chico, va todo bien? —pregunta Hank al verme pasar por su lado con rabia contenida.

No me digno a contestarle, no quiero explotar todo lo que llevo contra él, simplemente sigo caminando hacia casa de mi tío como si no lo hubiera escuchado.

—Ahora en serio —escucho decir a Greta—. Si ella no se lo queda, me lo pido yo.

Si no fuera porque estoy realmente ofuscado con su nieta, podría haber llegado a reírme de su broma.

—¡Mamá! —le reprende Carol.

Siento que puedo volver a respirar cuando salgo definitivamente del rancho, pero la cólera no abandona mi cuerpo.

Sé que a veces me comporto de maneras que no me enorgullezco, he roto promesas que había jurado cumplir, la mayoría de días evito cualquier tipo de cariño, y rompo cada pedazo de amor que se me acerca. Pero por mucho que intente no sentir nada y procure enmascarar lo que realmente pasa por mi cabeza, cada vez que alguien cercano me habla de la manera en la que ella lo ha hecho, siento miedo. Me engulle el odio, la ansiedad, el dolor, y muchas veces me odio a mí mismo por sentir todo eso a la vez y por no querer sentir nada en absoluto.

Lo peor de todo es que entiendo las palabras que acaba de lanzarme Julie, entiendo el odio que guarda hacia mí y también que los demás piensen como ella. A veces yo mismo lo hago.

Puede que yo sea una causa perdida, pero la verdad es que solo espero que alguien venga y me diga que esto no será para siempre, aunque eso también me asusta. Me da miedo mostrar mi dolor, mi angustia, mi pasado, y eso solo hace que me hunda cada vez más, porque no quiero seguir, pero tampoco quiero permitirme olvidar la razón por la cual estoy así.

Sigo caminando a pesar de que las palabras de Julie siguen rondando mi mente. Nunca creí que, por mucho que mis actos la molestaran, me echaría cosas en cara sin saber absolutamente nada de mi pasado. Me duele, me molesta, me enfada. No me siento capaz de volver a mirarla a la cara, no ahora. No quiero volver a verla.

Llego a casa, pero me detengo en el porche antes de entrar y encontrarme con mi tío.

Me limpio con rabia las lágrimas que han acabado deslizándose por mis mejillas, aunque ahora no hay rastro de tristeza en mí, solo una gran impotencia recorre mi cuerpo de pies a cabeza.

—Quiero dejar de trabajar en el rancho —le digo tras encontrarlo preparando algo de comer—. No puedo más, lo he intentado, pero no puedo más. Julie no colabora y no creo que haya manera de hacernos trabajar en equipo. Lo mejor es que lo deje. No puedo más. Buscaré otro trabajo, pero no quiero volver al rancho.

Fred me escucha con atención, sin interrumpir, con sus ojos clavados en mí mientras sigue mezclando la comida en el fuego.

Se me queda mirando los que parecen ser horas, no dice ni una sola palabra, solo se mantiene estático en tanto me analiza. No deja de observarme con atención hasta que el sonido que hace alguien frente a la puerta lo saca de su escrutinio.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora