45| La única verdad

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JULIE

—Liam es mi novio —dice Sarah—. ¿No se te hace raro escucharlo?

—Sarah, te quiero, pero si vuelves a decirlo me dará algo.

—Lo siento, pero es que estoy muy emocionada.

Llevamos diez minutos caminando hacia la casa en la que se celebra la fiesta y ella no ha dejado de hablar de Liam en todo el camino. Me alegro mucho por ellos, y lo sabe, pero creo que si sigue hablándome de él, acabará apareciendo hasta en mis sueños.

Lo único que me impide salir corriendo para alejarme de ella es que estoy parcialmente ciega y es la única que puede guiarme. En realidad lo ha estado haciendo desde que llegó a mi casa para empezar a prepararnos. Hace varias horas que me lleva enganchada a su brazo como una lapa.

—¿Tendremos que ir guiándote toda la noche? —ríe.

—No te rías, esto escuece de verdad.

—¿No se te pasa?

—Todavía me arde y duele un poco, pero creo que empiezo a ver mejor.

Amo a Tuli y me encanta mimarla y consentirla, pero a veces me lo pone realmente difícil. Como esta mañana.

Estaba enseñándole a Lucas el arnés que le he comprado a mi yegua para el festival cuando Krystal ha llegado a toda velocidad con su todoterreno y ha empezado a lanzar papeletas rosas frente a mi casa.

No me ha extrañado, porque siempre que organiza una fiesta hace lo mismo, y no me habría importado demasiado si no hubiera sido porque el tremendo estruendo que ha causado ha asustado a Tuli. Se ha revuelto de tal manera dentro de su box que un montón de barro y tierra del establo ha acabado aterrizando en mis ojos.

Lucas ha estado un buen rato soplándome en los ojos para sacar la suciedad, pero no he podido ni caminar hasta que ha venido mi madre a echarme colirio.

Me he pasado toda la mañana y parte de la tarde sentada en el mismo sitio, sin poder ver absolutamente nada, ni moverme, ni comer, ni mirar la televisión ni el teléfono. Ha sido realmente difícil no poder hacer nada. Por lo menos ahora parece que la vista vuelve a mí.

—Madre mía —digo, viendo la enorme y ruidosa casa a la que vamos a entrar—. ¿Cuántas escaleras tiene esta casa?

—¿Ves bien? —me pregunta.

—Más o menos, pero no te alejes mucho.

Llegamos junto a la puerta y encontramos a los chicos esperándonos. No parece que lleven aquí mucho rato.

Sarah se acerca corriendo a saludarlos, pero apenas pasan unos segundos antes de que salga disparada dentro de la casa para buscar a Liam.

Yo me lanzo a abrazar a Ryan, apretándolo con fuerza entre mis brazos como solemos hacer, pero es imposible no notar que él no reacciona de la misma manera. No me estrecha junto a él y apenas se mueve. Ni siquiera me dice nada.

No me avergüenza decir que ese gesto me sienta como una patada en el estómago. Tal vez le ha pasado algo durante el día, pero me entristece un poco porque él nunca me ha tratado así desde que empezamos a salir.

Me doy cuenta de que mi decepción es evidente cuando siento la mirada apenada de Lucas sobre mí. No duda en acercarse, notando mi decepción y confusión, me agarra con fuerza la cara y me mueve con gracia para intentar animarme.

Adoro que Lucas sea una de esas personas que es incapaz de dejar marchar a un amigo cuando sabe que algo le ha sentado mal y que intenta animarlo pase lo que pase.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora