16| Catarsis

55 6 0
                                    

16

RYAN

Debería haber hecho caso a Carol y a mi tío.

Trabajar sin poder olvidar el día en el que estamos está siendo mucho más duro de lo que pensé que sería. Tenía claro que iba a ser algo muy complicado para mí, de ninguna manera puedo evitar pensar que es el primer año desde la muerte de mi mejor amigo, pero no me imaginé que me inhabilitaría de la manera en la que lo está haciendo.

Se me vienen a la mente miles de recuerdos, como si quisieran obligarme a revivir todos esos momentos en los que Marcos estaba a mi lado y nada más que el béisbol nos preocupaba.

Recuerdo las tardes de entrenamiento.

Recuerdo las cenas en casa del otro.

Recuerdo la manera en la que nos reíamos por estupideces.

Recuerdo las noches en su coche con la música a todo volumen.

Recuerdo el pastel que me regaló cuando por fin me saqué el carnet de conducir.

Pero a pesar de todos esos recuerdos, el que estas últimas semanas no ha abandonado mi cabeza, es el de la vez que me dijo que la mujer indicada para mí sería capaz de insultarme y regañarme sin siquiera parpadear, que sabría consolarme sin apenas plantearse los motivos y que sería capaz de hacer que me dolieran las mejillas por las risas. Juró que sabría quién era la adecuada aun sin tener clara la razón y qué, aunque lo intentara, no podría apartarme de su lado.

Y yo nunca le creí, hasta ahora.

Creo que al encontrarla me asusté tanto que lanzar mi dolor contra ella fue la única solución que hallé para evitar que esos recuerdos impactaran contra mí.

—Ryan.

No me doy cuenta de que estoy llorando sobre uno de los decorados hasta que oigo la voz de Carol a mis espaldas.

—Deberías irte a casa —sigue, agachándose a mi lado.

—No, estoy bien, no pasa nada —murmuro, retirando el recorrido de las lágrimas sobre mis mejillas.

—Te lo digo con todo el cariño del mundo, Ryan. Deberías irte a tu casa, pero si lo prefieres, puedes entrar en alguna de nuestras habitaciones y quedarte todo el tiempo que quieras.

Sé que debo terminar el trabajo, pero también tengo claro que mi cuerpo necesita descansar después de haber pasado toda la noche en vela.

—Está bien, solo necesito unos minutos.

Carol me da un largo y cálido abrazo antes de dejarme marchar hacia su casa. Es asombroso como una persona puede llegar a conocerte tanto en apenas un par de semanas y convertirse en alguien imprescindible para ti.

Mientras subo los escalones veo a Julie acercarse por uno de los laterales de la casa, pero giro mi rostro en otra dirección antes de que pueda ver la destruida expresión que enmarca mis facciones.

—¿Ryan? —pregunta al verme cruzar el porche con rapidez—. ¿Te encuentras bien?

—Sí. Sí, no te preocupes —le respondo antes de seguir caminando.

Debo verme realmente mal si ella ha dejado a un lado su pesadumbre para preocuparse genuinamente por mí.

Cruzo el salón y me adentro en una de las habitaciones. Sé que es la de Julie tan solo ver la cantidad de marcos con imágenes de su familia y todos los dibujos que Ava le ha ido regalando.

Las Cinco AmapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora