CAPITULO 25.

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POCHÉ.

Sebas y yo estamos en casa viendo una peli malísima. De verdad, es tan mala que el sueño empieza a vencerme. Me habría dormido de no ser porque mi amigo apaga el televisor de pronto, sin dar explicaciones. Y, oye, que sea mala no quita que, para dormir, me guste tenerla de fondo.

—No puedo aguantarme más.

Lo miro sin entender muy bien a qué se refiere.

—No puedes aguantarte más... ¿el qué?

—¿Qué está pasando con Daniela?

De todas las cosas que podría haber preguntado, justo esa es la que no me esperaba.

Frunzo el ceño y lo miro mal.

—No sé, ¿qué está pasando?

—Oh, venga ya, Poché. Soy tu mejor amigo. ¿Sabes que mentirme es pecado? ¡Irás derecho al infierno!

—Creo que aquí los dos vamos a ir derechos al infierno te mienta o no, pero el caso es que no te miento. No sé de qué me hablas.

—Se te olvida que fui yo quien os encontró en el apartamento de tus padres.

—¿Y?

—Sé muy bien lo que vi.

Me río, para que entienda que ni siquiera voy a darle importancia a sus palabras, pero entonces me detengo, porque eso es lo que he hecho durante mucho tiempo. Sebas ha estado en mi vida desde que los dos éramos demasiado jóvenes como para pensar en las consecuencias de nuestros actos. De los míos en concreto. Cuando aparté a Daniela de mi vida, me refugié en mi amistad con él. Para bien o para mal, ha sido partícipe de todo desde el principio, así que creo que va siendo hora de sincerarme.

—Me porté mal con ella, Sebas. Fui un capulla.

—¿A qué etapa te refieres en concreto? Porque has sido una capulla a menudo.

Bufo, pero en realidad tiene razón.

—Cuando la eché de mi habitación y luego pretendí hacer como si nada semanas después. —Sebas se queda en silencio, lo que me pone nerviosa, aunque me joda—. ¿Qué?

—Que te lo dije. Te lo dije muchas veces, aunque la propia Daniela piense que no y que yo te alejé más de ella.

Eso es cierto. Daniela tiene la idea de que cambié su amistad por la de Sebas y no fue exactamente así. Sí, Sebas apareció en mi adolescencia y lo quería mucho, era mi mejor amigo en ese momento. Sé que a Daniela le duele que no lo alejara a él también, sino que me acercara más, pero eso es porque Sebas tiene una familia de mierda y a esa edad pasaba más tiempo en la calle que en casa. Él no intentaba meterme en su casa con su familia, al revés. Todo lo que quería era distraerse con chicas y diversión para olvidar sus mierdas y me enseñó a hacerlo del mismo modo. Me quedé con él porque era más fácil y dolía menos, aunque reconocerlo sea duro.

—Siento que Daniela no te soporte por mi culpa. —Por primera vez tomo conciencia y pido disculpas con sinceridad.

—Bah, yo tampoco me he molestado nunca en acercarme a ella y quizá debería haber intervenido más entre vosotras, pero, es que parecíais un matrimonio. Todo el día juntas.

—Lo sé, pensabas que éramos algo más que amigas, ¿te acuerdas?

—Bueno, eso lo sigo pensando.

Me río, esta vez con una carcajada seca desprovista de humor. —No digas estupideces.

—¿No? ¿Y qué fue lo que pasó el otro día, en casa de tus padres, cuando os encontré?

—No pasó nada.

—Oh, venga, te lo repito: yo entré y os vi. Teníais una sensación de intimidad de la hostia.

—Te digo que no pasó nada.

—Una cosa es que no pasara nada físico, vale, eso te lo compro, pero no me digas que no hubo algún tipo de cambio esa noche, Poché, porque no soy tonto, aunque me lo haga.

—Simplemente fue..., bueno, fácil. No sé, es bonito haber tratado con la Daniela normal, aunque sea por un corto espacio de tiempo. La que no está a la defensiva ni demostrándome su resentimiento de un modo constante.

—Entiendo.

—Creo que me gustaría volver a ser su amiga. Como antes...

—Entiendo.

—Deja de decir «entiendo».

—No sé qué quieres que diga.

—¿Qué piensas tú?

—Creo que no estás siendo sincero contigo misma. No del todo, al menos.

—¿A qué te refieres?

—No ves a Daniela como a una amiga sin más, Poché. No lo hacías a los dieciséis y no lo haces ahora. Debes tener cuidado con eso.

—¿A qué te refieres?

—Daniela no es una chica que conoces una noche y a la que después es fácil olvidar. Si sigues indagando en esta nueva etapa de paz que pretendes abrir, tenlo presente. Es prácticamente... familia. Parte de la familia del hotel. Conoces a sus padres desde niña y estoy seguro de que tampoco quieres disgustar a tus abuelos.

—¿Y por qué debería disgustarlos? Hablas como si pretendiera casarme con ella. Solo quiero recuperar su amistad.

El modo en que mis hombros se han tensado da una idea de cómo me siento y mi tono de voz no ha ayudado nada. Parece que estoy a la defensiva, porque lo estoy.

—Oye, yo solo digo que tengas cuidado, ¿vale? —me dice Sebas—. Nada más. Y ahora me voy a dormir porque me has estropeado la noche de cine.

Bufo, pero me voy a mi dormitorio y me tumbo en la cama mientras le doy vueltas a la conversación. No pretendo tener una historia de amor con Daniela. No es eso. Simplemente me gustaría recuperar la amistad que perdimos y, no sé, si la perdimos una Navidad de hace años, ¿por qué no podemos recuperarla en las mismas fechas?

Entro en TikTok intentando distraerme de todo esto, porque la presión está empezando a darme dolor de cabeza. La intención en un principio es ver vídeos de osos panda comiendo bambú, que es algo que recomiendo encarecidamente a toda persona estresada, pero el primer vídeo que me sale es de Lucía. Como la curiosidad me puede, entro en el perfil para descubrir que la cuenta sigue creciendo a un ritmo vertiginoso. A decir verdad, descubro eso y que Daniela y yo tenemos casi un club de fans rogando que, por favor, nos besemos o nos demos cuenta de que estamos enamoradas.

Pero ¿qué le pasa a todo el mundo?

Es estúpido, absurdo y, aun así..., algo se remueve dentro de mí.

Joder, qué mierda.

Al parecer, hay un nombre para definirnos y es Caché. No, no es una broma, estas son algunas de las etiquetas con más visitas:

#CachéGarzón
#CachéTogether
#CachéKiss
#CachéMarried
#CachéCuteCouple

Entro en el primero solo porque... No sé, porque sale mi apellido, supongo, y parte de su nombre. Es como si estuviéramos casadas o compartiéramos apellido y es raro, pero, a la vez, es curioso.

Al entrar, me encuentro con un sinfín de vídeos.

Entro en el primero y me doy cuenta de dos cosas.

La primera es: ¿cómo es que la gente hace cosas tan increíbles solo con un teléfono? De verdad, hay montajes especialmente bonitos, aunque piense que todo esto es una locura.

Y la segunda es: ¿cómo es que nunca me he dado cuenta del montón de veces que Daniela y yo nos miramos frente a la cámara de Lucía?

Joder. Es sorprendente y... y me da que pensar. Puede que la gente sea intuitiva, pero no tendrían material si nosotras no se lo ofreciéramos, aunque sea de forma inconsciente, ¿no?

Repito: joder.
























Xoxo
Cookiechispitas

Imperfectas Navidades | CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora