DANIELA.
—Dios, por fin.
Lucía sale de detrás del mostrador cuando acaba nuestro turno. No puedo culparla por sentirse aliviada. Ha sido una jornada agotadora. Se nota muchísimo que estamos en pleno apogeo navideño y los huéspedes este año son mucho más intensos que otras veces. Claro que eso quizá se deba a la decoración y las actividades constantes que ven por todas partes. No me ha dado por entrar en las reseñas del Hotel Garzón últimamente, pero estoy segura de que debe de haber más de una que haga alusión a los trabajadores vistiendo raro cada dos por tres, para bien o para mal.
Este turno en particular ha sido complicado porque algunos clientes se han puesto difíciles. De hecho, para ser fiel a la verdad, una de las veces un cliente no se ha propasado de maleducado porque Joshua, el sueco, ha hecho su aparición estelar un poco borracho y con un gorro de Santa Claus y ha calmado el ambiente de la recepción. Todo porque el cliente en cuestión se negaba a asumir el costo de algunos productos del minibar consumidos en su habitación.
En cualquier caso, al final todo se ha resuelto de manera más o menos pacífica, pero eso no quita que Lucía hoy apenas haya retransmitido y esté cansada, malhumorada y bastante antipática para ser ella. Y digo «para ser ella» porque su actitud es muy yo cualquier día bueno, imagina cómo soy en los malos.
No es que me enorgullezca, pero me gusta admitir la verdad.
—¿Te apetece ver la peli al menos? —le pregunto mientras nos dirigimos a la sala de reuniones y conferencias.
—Sí, eso sí —admite—. Tengo mucha curiosidad por saber qué peli han escogido.
—Ojalá fuera Pesadilla antes de Navidad.
—Qué va, elegirán algo dulce y romántico.
—¿Qué te hace pensar que nuestros jefes elegirían algo dulce y romántico? Somos compañeros de trabajo, Lu. Aquí no hay nadie enamorado.
—O sí. Tu padre, por ejemplo.
—Bueno, pero no entre nosotros, ya me entiendes.
—Te entiendo —comenta con una risita que no me gusta nada.
—Oh, por favor, dime que no vas a sumarte a toda esa pantomima que has generado en redes sociales acerca de Poché y de mí.
—Perdona, yo me limito a mostrar la vida del hotel. Si se ha generado algún tipo de pantomima ha sido porque vosotras habéis dado el material.
—Mira...
—Además —me interrumpe—, yo no he dicho ni una palabra de Poché o de ti. Tú solita te has metido en la boca del lobo.
Voy a protestar, pero me doy cuenta con cierto horror de que tiene razón.
Entro en la sala y tomo asiento sin decir ni una palabra más. Sobre todo porque lo primero que me ha salido por impulso ha sido insultar a Poché, que es lo que hubiese hecho antes. Ya sabes, algo como «Por favor, deja de insinuar que siento algo por esa imbécil».
Bien, pues no quiero hacerlo. No quiero insultar a Poché. No después de cómo están cambiando las cosas y que esté ayudándome en ciertos aspectos de mi vida importantes para mí, como el tema del piso.
Todavía estoy intentando gestionar que vaya a mudarme en solo unos días. Bueno, mi padre y Andrea no lo saben y estoy segura de que la noticia caerá como un jarro de agua fría, porque aunque les he dicho que iba a buscar piso, cuentan con que tarde bastante más en encontrarlo. Sin embargo, creo que las cosas a veces suceden por una razón. El estudio me ha encantado, me lo puedo permitir y seré vecina de Poché y Sebas, lo que supone que habrá alguien conocido cerca y no me sentiré sola o insegura en un edificio nuevo. Es un gran paso, pero creo que estoy haciendo lo correcto.
![](https://img.wattpad.com/cover/358402563-288-k813726.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Imperfectas Navidades | CACHÉ
RomanceDaniela Calle odia la Navidad. Y a María José Garzón. María José odia que Daniela sea tan testaruda, orgullosa y rencorosa. Y también odia que ella se empeñe en hacerle la vida difícil sin importarle que sea su jefa. Nora y Carlos, abuelos de María...