POCHÉ.
25 de diciembre
Aprieto los ojos cuando la luz entra de golpe en la habitación. Anoche tomé, después de mucho tiempo, medicación para dormir, así que el sueño ha sido profundo y reparador. ¿Es una mierda que no pueda lograrlo sin pastillas? Sí, pero ahora mismo no estoy para elegir. Además, mi nivel de cansancio mental era tan elevado que tenía que elegir entre tomar algo o acabar en urgencias con otro calmante por no ser capaz de descansar y volverme loca por el camino.
—Venga, arriba. —La voz de Sebas se cuela en mi sistema antes de que abra los ojos y, cuando lo hago, me lo encuentro duchado, oliendo bien y vestido como para salir de casa.
—¿A dónde vas? —pregunto.
—A ningún sitio, pero he decidido que hoy vamos a limpiar, a vestirnos como personas decentes y a dejar que el olor a rancio desaparezca para siempre de nuestras vidas.
—¿Olor a rancio?
—A ver, Poché, no sé cómo decirte esto sin ser una mala persona, pero esta habitación huele a rancio. Tú hueles a rancio.
—Me duché ayer.
—Pues has sudado mucho o te has revolcado demasiado en tus decisiones de mierda. Posiblemente las dos cosas.
Cierro los ojos de nuevo, solo para no verlo, y suspiro de frustración. No sirve de nada. Sebas se pone intenso y me obliga a levantarme, ducharme, cambiar las sábanas de la cama y desayunar cereales con leche.
—Y ahora...
—Oye, he hecho todo lo que has pedido. ¿No puedes dejarme en paz? —pregunto.
—No.
—Genial. Maravilloso. Simplemente perfecto y...
—Es Navidad, Poché —me dice interrumpiendo mi ironía mañanera.
—¿Y?
—Y es el cumple de Daniela.
—De nuevo: ¿y?
—Y deberías dejar de ser una completa imbécil y hacer algo con esta situación de mierda que has generado tú solita.
Trago saliva. No puedo rebatir eso ni ponerme impertinente porque tiene razón. He sido, básicamente, una mierda de persona los dos últimos días. Y me encantaría decir que tengo algún tipo de justificación, pero no es así. Tuve un pico tremendo de ansiedad y pánico, sí, pero durante ese pico hice cosas de las que no me siento orgullosa. Aun así, no soy capaz de hablar de ello, al menos no todavía.
—Hoy comeré con mis abuelos.
—No.
—¿No?
—Comemos en casa de Germán y Andrea.
—¿Comemos?
—Tus abuelos, tú, Lucía, los Calle y yo.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Germán le ha organizado una fiesta sorpresa a Daniela y quiere allí a la gente más cercana e íntima para ella.
—Oh. Eso no va a gustarle.
—Créeme, Poché, tú no eres la más indicada para hablar de acciones que van a gustarle o no a Daniela.
Touché.
—Yo no voy.
—Sí vas.
—No puedes obligarme.
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Imperfectas Navidades | CACHÉ
RomanceDaniela Calle odia la Navidad. Y a María José Garzón. María José odia que Daniela sea tan testaruda, orgullosa y rencorosa. Y también odia que ella se empeñe en hacerle la vida difícil sin importarle que sea su jefa. Nora y Carlos, abuelos de María...