CAPITULO 31.

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POCHÉ.

15 de diciembre

Me ajusto el gorro de lana mientras Lucía me mira un poco confusa. —¿De quién se supone que vas?

—De Kevin, de Solo en casa —le confirmo.

—Ah. —Revisa mi jersey de lana rojo y mi gorro—. Ah.

—Kevin va así en la peli —le digo un poco ofendida.

—Sí, no es eso. Es que..., bueno, pensé que te vestirías de adulto funcional y no de niña.

—Había que vestirse de personaje inspirado en alguna peli y aquí está. —Me señalo a mí misma y, esta vez, sueno más tensa—. No me toques las narices, Lucía. Además, ¿tú de quién vas?

Ella se retira un mechón de pelo negro de la cara antes de sonreír orgullosa.

—De todas las protagonistas de todas las películas a la vez, por supuesto. —Señala su vestido rojo y ceñido y su sonrisa se amplía aún más, como si cada vez se reafirmara más en lo bien que lo ha hecho—. En toda película navideña que se precie, hay un momento en el que la protagonista se viste de rojo.

Tiene razón. Maldita, cómo la odio. Está guapísima con un vestido rojo elegante y de adulta, mientras yo voy de niña. ¿Esto demuestra algún tipo de tara? ¿Un trauma, quizá? Todo puede ser.

Quiero responderle, decirle algo que la haga morder el polvo, pero la puerta del hotel se abre y da paso a Daniela. Cuando se quita el abrigo, nos deja ver que está vestida de negro de la cabeza a los pies.

No esperaba menos de ella, a decir verdad, pero siento bastante curiosidad por saber cómo piensa explicar esto. Lleva un traje de chaqueta y, aunque de la Catrina estaba espectacular, debo decir que ese traje tiene algo... algo. Vamos a dejarlo en que tiene algo. Seguramente sea porque debajo no lleva camisa. La chaqueta abrochada hace las veces de escote y es... fresquito, sobre todo para la época del año en la que estamos. Fresquito y sexy. Pero no porque sea Daniela, ese traje sería sexy en cualquier otra persona, ¿no?

Carraspeo, porque estoy a punto de entrar en un bucle extraño, y agradezco muchísimo que Lucía hable para distraerme.

—¿Qué se supone que eres tú y de qué película? —Está ofendida al máximo, pero eso no le impide desbloquear su móvil y ponerlo a retransmitir de inmediato.

Daniela enarca una ceja con tanta prepotencia que mi vena sádica quiere molestarla, solo para que lo haga más, pero recuerdo que ayer pasamos un gran día. Bueno, al menos hasta que llegó Sebas y la cagó. Tengo que comprobar los daños que ocasionó la noticia de que tenemos una legión de fans deseando que nos enamoremos, pero espero que no sea tan desastroso como parece.

Cuando Daniela se acerca a Lucía, lo hace de un modo un tanto siniestro, la verdad. Y sexy.
Pero, vaya, hemos quedado en que es por el traje, que quedaría sexy incluso a una piedra. No es que yo esté fijándome más de lo necesario ni nada por el estilo.

—¿No es evidente? Soy el cielo de noche de todas las películas que se te puedan pasar por la cabeza.

Lucía abre la boca, patidifusa, y eso que ella misma va de, supuestamente, todas las protas de todas las pelis navideñas del mundo.

Yo me guardo mi opinión. Y también me guardo una sonrisa que, no sé por qué, se empeña en querer esbozarse en mi cara.

—Eres... Eres... —Lucía parece a punto de estallar—. Arg, Dios, Daniela, eres lo peor.

Bueno, como insulto deja mucho que desear, pero es que Lucía no sabe insultar.

Sabe manejar las redes y exponer la vida de cualquiera, pero insultar, no. Cada uno tiene sus dones.

Imperfectas Navidades | CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora