CAPITULO 29.

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POCHÉ.

14 de diciembre

Me paro un momento para coger aire. Joder, el frío hoy no parecía tan intenso cuando he salido de casa. En teoría, ahora que he corrido diez kilómetros, debería sentirme acalorada, pero siento que cada bocanada de aire que cojo va directa a mis pulmones, congelándolos un poco más.

Reconozco que el short corto no ha sido la mejor idea del mundo, pero, como diría Sebas: «Ya soy una chica guapa y eso requiere cierto esfuerzo, no se me puede pedir también una gran inteligencia».

Cuando mi amigo tiene razón, pues la tiene y se acepta, sobre todo porque no es algo que pase a menudo.

Me incorporo para recorrer los pocos metros que me quedan para llegar a casa y empiezo a pensar en el café que me prepararé cuando salga de la ducha. El segundo del día, porque ya he tomado uno antes de ir a correr.

No es que haya dormido mal, sino que anoche me dieron las tantas, otra vez, viendo vídeos en internet. Pero eso en parte fue culpa de Daniela. Después de que se marchara, toda la casa olía a ella, y eso, por algún motivo extraño, no me dejaba conciliar el sueño.

Entro en casa y me voy derecho a la ducha. Solo cinco minutos después estoy en el sofá vestida con un pantalón de pijama largo y mi camiseta favorita de lejos: negra, descolorida, descosida por un lateral y con una mancha de lejía. Doy vueltas a mi teléfono de un modo un poco absurdo porque no dejo de pensar en lo bien que me lo pasé anoche. Fue como en los buenos tiempos, pero aún mejor, porque esta vez no somos solo mejores amigas. O sea, no somos... Bueno, no sé bien qué somos, pero me lo pasé genial.

¿Y si le escribo? ¿Cómo de mal estaría eso? O sea, no lo haría si supiera que tiene un plan megaimportante del que no puedo distraerla, pero ella misma me dijo que estaría en casa, ¿no? Además, tampoco es como si la obligara a responder. Puedo escribirle y ella puede hacer como que no me lee, que por algo tiene activada la opción en WhatsApp para que nadie pueda saber a qué hora se conecta o si ha leído los mensajes.

Poché

¿Cómo va eso de no hacer nada en tu día libre de trabajo y actividades navideñas?

Lo envío rápido, sin pensar.

Me arrepiento en cuanto lo hago. Una cosa es que hayamos tenido un par de buenos momentos estos días y otra... otra esto, pero de todas formas tomo aire y me incorporo para sentarme. Ya está hecho, así que solo me queda esperar. ¿Qué puede pasar? ¿Que no responda? Pues que le den, ya ves, ni que me importara tanto. Además...

Uy, ha respondido.

Daniela

De momento, no dejo de maldecir. ¿Recuerdas mi piso perfecto?

Poché

Sí.

Daniela

Pues lo he perdido. Al parecer, la hija de la dueña se ha quedado embarazada. Segunda vez en lo que va de año que un embarazo me obliga a desalojar. Menos mal que este año tiene los días contados.

Me río. No debería, pero es que creo que está dejándose llevar un pelín por el dramatismo.

Poché

Venga, anímate. No es como si Andrea y tu padre te estuvieran echando del piso. Ya saldrá uno que sea mejor.

Daniela

Imperfectas Navidades | CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora