DANIELA.
13 de diciembre
Entramos en el apartamento de los señores Garzón y noto el ambiente raro de inmediato. Nora y Carlos sonríen como siempre, pero hay en ellos un nerviosismo apreciable. Yo, al menos, lo noto, aunque es cierto que los conozco desde hace bastante tiempo.
—Pasa, querida, siéntate al lado de nuestra Poché —me dice Nora nada más verme.
Obedezco y, por un instante, estoy tentada de soltar una de esas frases pasivo- agresivas que tan bien se me dan, pero después de lo sucedido en los últimos días, no sé bien cómo comportarme. Sí, sé que en teoría nuestra cena de tregua solo duró eso: la cena, pero aun así es raro.
Ella está vestida con un vaquero y una sudadera, como es habitual. Es cierto que muchos días se pone uniforme, pero, cuando pienso en Poché, siempre la visualizo así, tal y como va ahora, con el pelo desordenado y los ojos divertidos.
—Felicidades, te ha tocado el privilegio de estar a mi lado.
—Oh, por favor —me río—. Deberías estar dando saltos por dentro porque te he concedido el honor de estar a mi lado.
—Yo estaba antes.
—Y yo he elegido darte el privilegio de mi compañía. ¿Qué vale más?
—¿Vais a estar así todo el rato? Es un poco perturbador —dice Sebas.
—Cállate, están increíbles así —interrumpe Lucía—. Adelante, chicas, sentíos libres de flirtear.
—Nadie está flirteando, Lucía —respondo de malos modos.
A mi lado Poché guarda silencio, pero tomo nota de lo rígida que es su postura de pronto. Imagino que le sienta tan mal como a mí que nuestra amiga y compañera siempre esté insistiendo con que nos relacionemos del modo que sea porque, al parecer, a su comunidad le encanta.
Nora y Carlos sacan la casita correspondiente y me doy cuenta de que hoy somos muy pocos. A decir verdad, solo estamos Sebas, Lucía, Poché y yo. Por un instante quiero preguntar, pero supongo que, al final, tenían razón en que los participantes de las actividades harían más o menos en función de su relación con los demás. De cara a los abuelos de Poché, nosotras nos llevamos fatal y no hemos mejorado nada, porque imagino que no saben lo de nuestra cena ni mucho menos lo de la escapada al apartamento de los padres de Poché, así que supongo que es normal que estemos aquí. Sebas está porque tampoco ha bajado el ritmo de cagadas y Lucía es la reportera dicharachera, al parecer, así que está metida en cada cosa mínimamente importante del hotel, me guste o no.
Por un momento, me alegro de que al menos no seamos demasiados, porque imagino que eso implica que la de hoy será una actividad sencilla.
No podría estar más equivocada.
Rompen la puerta de la casita, sacan la nota de hoy y, cuando la leen, algo oscuro y desagradable me trepa por el pecho.
—Tenemos que fabricar guirnaldas de palomitas para darle el toque final a los árboles de Navidad.
Por un instante, el silencio es absoluto. Sebas y yo somos conscientes de lo que ocurre, porque, aunque no me guste reconocerlo, él ha estado en la vida de Poché tanto como yo. Lucía está en silencio, pero porque está grabando, y Nora y Carlos miran a su nieta esperando su reacción. Sus sonrisas son temblorosas y sus ojos guardan tantas esperanzas que el corazón se me rompe un poquito.
—No voy a hacer esto, lo siento. —Poché se levanta tan rápido que me sobresalto.
—Querida...
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Imperfectas Navidades | CACHÉ
Roman d'amourDaniela Calle odia la Navidad. Y a María José Garzón. María José odia que Daniela sea tan testaruda, orgullosa y rencorosa. Y también odia que ella se empeñe en hacerle la vida difícil sin importarle que sea su jefa. Nora y Carlos, abuelos de María...