Facundo Pellistri

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Las cálidas noches de verano creaban el escenario perfecto para despedirnos. Facundo y yo, sentados en la playa, mirábamos cómo las olas besaban la orilla. La brisa llevaba consigo la mezcla de sal y nostalgia, anunciando el final de un capítulo que nunca quisimos cerrar.

—Facundo, no puedo creer que este sea nuestro último verano juntos —le dije, mi voz resonando con una mezcla de tristeza y gratitud.

Él me miró con esos ojos cafés llenos de comprensión y ternura. — Lo sé. El tiempo ha volado, y ahora estamos aquí, enfrentando la realidad de que la distancia se interpone en nuestro camino.

Sus palabras eran como un eco de mis propios pensamientos. La universidad estaba a punto de comenzar, y yo había decidido estudiar en otro país. Ambos sabíamos que el amor que compartíamos era especial, pero también entendíamos las complicaciones que el futuro nos presentaba.

— Pero, ¿y si hacemos que este último verano sea inolvidable? —propuso Facundo, su sonrisa revelando la chispa de determinación en sus ojos—. Quiero que tengamos recuerdos para aferrarnos mientras estamos separados.

Asentí, sabiendo que estaba dispuesta a hacer que cada momento contara. Pasamos días explorando nuestro pueblo natal como si fuera la primera vez, redescubriendo lugares que habíamos dado por sentado. No había apuro; solo el deseo de aprovechar cada instante juntos.

En una de esas noches mágicas, mientras estábamos tumbados en la playa, Facundo rompió el silencio.

— Si pudieras elegir un recuerdo para llevar contigo, ¿cuál sería?

Mis pensamientos volaron, y luego sonreí. — Recuerdo la primera vez que nos dimos cuenta de que este era algo más que amistad. Fue en la feria, bajo las luces de colores, cuando ganaste ese peluche para mí. Fue entonces cuando supe que lo nuestro era diferente.

Él rió, recordando ese momento como si hubiera sido ayer. — Y aquí estamos, enfrentando otro desafío juntos.

Conversamos durante horas, compartiendo sueños, miedos y promesas. Cada palabra era como una joya que atesorábamos, conscientes de que la distancia no podía borrar lo que habíamos construido.

— Facundo, esto no es un adiós. Es un "hasta luego" —le dije, sintiendo un nudo en la garganta.

Él acarició mi mejilla y asintió con una sonrisa suave. — Hasta luego, mi amor. Nos reencontraremos y tendremos muchos más veranos por delante.

Así, el último verano se desvaneció en el horizonte, pero las promesas y los recuerdos quedaron grabados en nuestros corazones. A medida que el otoño se acercaba, nos despedimos con la certeza de que, aunque la distancia pudiera separarnos físicamente, nuestro amor seguiría creciendo, esperando pacientemente el día en que nuestros caminos se cruzaran de nuevo.

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