Christensen

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Conocí a Christensen en uno de esos días en los que el sol parece dispuesto a derretirlo todo. Era pleno verano, y la ciudad estaba impregnada de un calor pegajoso que te hacía sentir como si estuvieras envuelto en una manta de humedad. Mis días se deslizaban entre el trabajo monótono y las noches sofocantes, mientras trataba de encontrar algo de sentido en medio de la rutina que había invadido mi vida.

Pero entre todas esas horas de tedio, había algo que me hacía sentir viva. Algo que me impulsaba a levantarme cada mañana con la esperanza de que el día trajera consigo algo más que la repetición interminable de las mismas actividades. Ese algo resultó ser él.

Recuerdo el día exacto en que nuestros caminos se cruzaron. Estaba sentada en un pequeño café, perdida entre las páginas de un libro que apenas había logrado captar mi atención, cuando levanté la vista y allí estaba él, de pie junto a mi mesa, con una sonrisa que parecía iluminar todo el lugar.

"¿Puedo sentarme aquí?", preguntó con una voz suave que hizo que mi corazón diera un vuelco en mi pecho. Asentí con la cabeza, incapaz de articular palabra alguna. Y así comenzó nuestra historia, con una simple pregunta y una taza de café compartida en aquella tarde bochornosa de verano.

Christensen resultó ser un torbellino de energía y pasión, capaz de encender fuegos en lo más profundo de mi alma con solo una mirada. Hablábamos de todo y de nada, compartiendo nuestros sueños, nuestras esperanzas, nuestras dudas más profundas. En sus brazos, me sentía segura, como si nada pudiera herirme nunca más.

La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y nosotros estábamos sentados en una acogedora cafetería, sumergidos en una conversación que parecía no tener fin. Las horas pasaban volando mientras compartíamos nuestros pensamientos más íntimos y nuestros sueños más profundos.

"¿Qué es lo que más te apasiona en la vida?", preguntó Christensen, con esa chispa traviesa en sus ojos, como si estuviera a punto de revelar un secreto emocionante.

Tomé un sorbo de mi café, dejando que el calor reconfortante se filtrara a través de mis dedos. "Oh, hay tantas cosas que me apasionan", respondí, pensando en todas las pequeñas alegrías que llenaban mi día a día. "Pero si tengo que elegir una, diría que es la capacidad de conectar con otras personas, de compartir experiencias y emociones".

Él asintió con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con mi elección. "Es hermoso", dijo, con admiración en su voz. "Creo que eso es lo que más admiro de ti. Tu habilidad para ver la belleza en las cosas más simples y tu deseo de conectar con el mundo que te rodea".

Sonreí, sintiéndome abrumada por sus palabras. "Y tú, Christensen", pregunté, curiosa por saber más sobre el hombre que había logrado cautivar mi corazón de esa manera. "¿Qué es lo que más te apasiona en la vida?"

Él se tomó un momento para pensar, sus ojos avellana buscando los míos con ternura. "Para mí, lo que más me apasiona es la búsqueda constante de la verdad", respondió finalmente. "Ya sea a través del arte, la ciencia o las experiencias de la vida cotidiana, siempre estoy buscando comprender el mundo que nos rodea de una manera más profunda y significativa".

Me quedé admirada por su respuesta, sintiendo una conexión aún más profunda con él en ese momento. "Eres increíble, Christensen", murmuré, con un brillo de admiración en mis ojos. "Tu pasión por la vida es contagiosa, y estoy agradecida de poder compartirla contigo".

Él sonrió, sus labios curvándose en una expresión de pura felicidad. "Y yo estoy agradecido de haberte encontrado, _______", dijo, tomando mi mano con ternura. "Eres la luz que ilumina mi camino, la inspiración que guía mis pasos. No puedo imaginar mi vida sin ti".

En ese momento, supe que estábamos destinados a estar juntos, que nuestras almas se habían encontrado en este vasto universo para amarse y acompañarse en cada paso del camino. Y así, mientras el mundo seguía girando a nuestro alrededor, nosotros nos sumergimos en el amor más profundo y eterno que jamás hubiéramos imaginado. Juntos, encontramos la felicidad en cada pequeño momento, en cada mirada compartida y en cada susurro de amor que se escapaba de nuestros labios. Y aunque el tiempo pasara y las estaciones cambiaran, nuestro amor permanecería inalterable, un faro de luz en medio de la oscuridad, guiándonos siempre de regreso el uno al otro.

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