Robin Le Normand

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San Sebastián, con su majestuosa bahía y su espíritu futbolero, siempre fue mi hogar. Desde pequeña, me cautivó el deporte rey, y la Real Sociedad era mi pasión. Los domingos en Anoeta eran sagrados para mí, una experiencia que me conectaba con la emoción y la energía de la ciudad.

Un día soleado, mientras paseaba por el Paseo de la Concha, el corazón de San Sebastián, me topé con una figura conocida. Era Le Normand, el defensa estrella de la Real Sociedad, con su porte imponente y su sonrisa encantadora. Me quedé paralizada por un momento antes de reunir el coraje para acercarme.

—Hola —dije, tratando de sonar calmada a pesar de mi corazón acelerado.

Le Normand me miró con amabilidad y respondió:

—Hola. ¿Eres fan de la Real?

Asentí emocionada.

—Sí, lo soy. Desde que tengo memoria. Y tú eres Le Normand, ¿verdad?

Él asintió con modestia y comenzamos a conversar. Hablamos sobre fútbol, sobre la Real Sociedad, sobre nuestras vidas. Me sorprendió lo amable y accesible que era, a pesar de su estatus de estrella del equipo.

El tiempo pareció detenerse mientras caminábamos por el paseo marítimo, compartiendo risas y anécdotas. Había algo especial en aquel encuentro fortuito, como si el destino hubiera conspirado para unirnos en ese momento y lugar.

Cuando el sol comenzó a ponerse sobre la bahía, nos dimos cuenta de que había llegado el momento de despedirnos. Robin prometió que nos volveríamos a ver y me regaló un autógrafo en mi camiseta de la Real. Mientras caminaba de vuelta a casa, con el corazón lleno de emoción, supe que aquel encuentro había dejado una huella imborrable en mí.

Después de aquel encuentro fortuito en la bahía de San Sebastián, mi relación con Robin dio un giro inesperado. Lo que comenzó como una amistad basada en nuestra pasión compartida por el fútbol y la ciudad se transformó lentamente en algo más profundo.

A medida que pasábamos más tiempo juntos, descubrimos que teníamos mucho en común más allá del deporte. Había una conexión genuina entre nosotros, una complicidad que trascendía las palabras. Cada encuentro era una oportunidad para compartir risas, sueños y secretos, y cada momento a su lado se convertía en un preciado tesoro en mi corazón.

Con el tiempo, me di cuenta de que mis sentimientos hacia Robin iban más allá de la amistad. Me encontraba pensando en él constantemente, anhelando su presencia cuando no estábamos juntos. Y cuando nuestras miradas se encontraban, podía sentir la chispa de algo más intenso entre nosotros.

Un día, mientras caminábamos por la playa al atardecer, nuestras manos se rozaron accidentalmente. El contacto fue eléctrico, cargado de una energía que me hizo temblar. Le Normand se detuvo y me miró a los ojos, con una expresión que reflejaba la misma intensidad de sentimientos que yo estaba experimentando.

—_______... —susurró, su voz llena de emoción—. Creo que hay algo que debo decirte.

Mi corazón latía con fuerza mientras esperaba sus palabras.

—He estado sintiendo algo por ti, algo que va más allá de la amistad. No puedo negar que me has conquistado. Eres una persona increíble, y... me gustaría saber si sientes lo mismo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras asentía, incapaz de contener la emoción.

— Robin, yo también siento lo mismo. Desde el primer momento que te vi supe que eras especial para mí. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Con una sonrisa radiante, Robin tomó mi rostro entre sus manos y me besó suavemente. Fue un beso lleno de ternura y pasión, un momento mágico que selló nuestro amor de manera inolvidable.

A partir de ese día, nuestra relación floreció con una fuerza imparable. Nos convertimos en compañeros de vida, enfrentando juntos los desafíos que la vida nos presentaba. Aunque nuestras agendas a menudo estaban ocupadas con compromisos deportivos y profesionales, siempre encontrábamos tiempo el uno para el otro, alimentando nuestro amor con cada gesto de cariño y apoyo.

Y así, el destino nos unió en un vínculo indisoluble, tejido con los hilos del amor y la pasión. En la bahía de San Sebastián, donde todo comenzó, encontramos el hogar en los brazos del otro, prometiendo compartir nuestras vidas para siempre.

One shots futbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora