Pau Prim

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Recuerdo el día en que conocí a Pau como si fuera ayer. Todo comenzó una tarde de verano, en una fiesta organizada por unos amigos en común que tenemos. La verdad es que yo no tenía muchas ganas de ir, pero mis amigas me convencieron de que sería divertido y que necesitaba salir un poco. Así que, a regañadientes, acepté.

La fiesta se celebraba en una casa con jardín, y desde el momento en que llegamos, pude sentir la vibrante energía del sitio. La música, las risas y las conversaciones llenaban el aire, creando un ambiente cálido y acogedor. Estaba hablando con un par de amigas cerca de la mesa, donde estaban todas las bebidas, cuando lo vi por primera vez. Pau Prim. Sabía quién era, claro, todos los seguidores del fútbol en Barcelona conocían su nombre. Era el prometedor centrocampista del Barça Atlètic, y ya se hablaba de él como una futura estrella.

Él estaba con un grupo de chicos, riendo y charlando animadamente. Parecía tan natural, tan cómodo. Me sorprendió lo distinto que se veía fuera del campo, sin la tensión del partido en sus hombros. Había algo en su sonrisa que me hizo mirarlo dos veces.

"No seas tan obvia, ______," me susurró Clara, una de mis mejores amigas, dándome un codazo y riéndose. Me sonrojé, intentando disimular mi interés.

Un rato después, Clara me llevó al grupo donde estaba Pau. "¡Hola, chicos! Esta es _______, una amiga mía," dijo, presentándome con entusiasmo. "______, este es Pau, seguro que lo conoces de vista o algo ."

Pau me sonrió y me extendió la mano. "Encantado, ______. Claro que nos conocemos de vista, aunque nunca habíamos hablado, ¿verdad?"

Su tono era amigable y su mirada sincera. Me relajé un poco y le devolví la sonrisa. "Sí, claro. Encantada de conocerte, Pau."

Pasamos la siguiente hora charlando. Hablamos de todo y de nada: de fútbol, de música, de películas, de nuestras metas y sueños. Descubrí que, a pesar de su fama y su talento, era una persona humilde y muy cercana. Me hizo reír con sus historias del vestuario y me impresionó con su pasión por el deporte.

A medida que avanzaba la tarde, me di cuenta de que Pau no era solo el jugador que todos admiraban en el campo. Era también un chico normal, con inquietudes y aspiraciones, con miedos y esperanzas. Me sorprendió cuánto teníamos en común y cómo nuestra conversación fluía sin esfuerzo.

"¿Te gusta el fútbol?", me preguntó en un momento de la conversación, con una sonrisa curiosa.

"Sí, claro," respondí. "Mi padre solía llevarme a los partidos del Barça cuando era pequeña. Me encanta el ambiente del estadio, la emoción del juego."

"Entonces quizás puedas venir a verme jugar algún día," sugirió, sus ojos brillando con entusiasmo.

"Me encantaría," dije, sintiendo un cosquilleo de emoción en el estómago.

Cuando la fiesta terminó, Pau me pidió mi número. "Me gustaría seguir hablando contigo," dijo, con esa sonrisa suya que hacía que todo pareciera posible. Acepté, sin poder ocultar mi alegría.

Desde ese día, Pau y yo empezamos a vernos con más frecuencia. Salíamos a tomar algo, a pasear por la ciudad, a ver películas. Poco a poco, nuestra amistad se fue fortaleciendo y, sin darnos cuenta, nos encontramos pasando cada vez más tiempo juntos.

Un día, mientras caminábamos por la playa al atardecer, Pau se detuvo y me miró a los ojos. "_____, hay algo que quiero decirte," comenzó, con una seriedad que me hizo contener la respiración. "Me he dado cuenta de que me importas más de lo que pensaba. Me gustas, _____. Me gustas mucho."

Sentí mi corazón latir con fuerza y una mezcla de alegría y nerviosismo. "Tú también me gustas mucho, Pau," respondí, sin poder ocultar mi sonrisa.

Desde entonces, nuestra relación ha crecido y evolucionado. No ha sido siempre fácil, especialmente con su carrera de fútbol, que requiere tanto tiempo y dedicación. Pero hemos aprendido a apoyarnos mutuamente, a ser pacientes y comprensivos.

Recuerdo una noche en particular, después de un partido difícil. Pau estaba agotado y algo desanimado por el resultado. Decidimos salir a caminar para despejar la mente.

"Es frustrante," dijo Pau, pateando una piedra en el camino. "A veces siento que no estoy avanzando, que todo el esfuerzo no es suficiente."

"Entiendo que te sientas así," le dije, apretando suavemente su mano. "Pero estás haciendo un trabajo increíble, Pau. Todos tienen malos días, incluso los mejores jugadores."

"Gracias, ________," dijo, mirándome con una gratitud genuina. "Tus palabras significan mucho para mí. Me ayudas a mantener los pies en la tierra."

Aquella noche, mientras nos sentábamos en un banco mirando las estrellas, sentí que nuestra conexión se profundizaba aún más. Hablamos de nuestros sueños y miedos, de cómo imaginábamos nuestro futuro. Me di cuenta de que no importaba cuán difícil fuera el camino, siempre y cuando estuviéramos juntos.

Ahora, miro hacia atrás y me doy cuenta de que aquella tarde de verano fue el comienzo de algo hermoso. Conocí a alguien especial, alguien que no solo es un gran jugador, sino también una persona increíble. Y estoy agradecida por cada momento que hemos compartido y por todos los que aún están por venir.

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