Lucas Bergvell

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Lucas Bergvell siempre fue el tipo de chico que parecía tenerlo todo: talento, fama, y esa sonrisa que podía derretir corazones a kilómetros de distancia. Era uno de los jugadores más prometedores, y aunque su nombre estaba en boca de todos los fanáticos del fútbol, yo, ______, era solo una chica española común y corriente. O al menos eso pensaba hasta que nuestras vidas se cruzaron, y lo que parecía imposible se volvió nuestra realidad.

Todo empezó una tarde de primavera en Londres. Yo hacia varios años que vivía allí, y mi mejor amiga, Clara, había conseguido entradas para un partido que, sinceramente, me daba igual. Pero por alguna razón, me dejé arrastrar.

—Vamos, Neus, será divertido —me decía Clara mientras caminábamos hacia el estadio—. Además, quién sabe, tal vez veas algo que te interese.

—Dudo mucho que ver a un montón de chicos corriendo detrás de una pelota me interese demasiado —respondí, rodando los ojos.

El estadio estaba abarrotado de gente, la energía era palpable. El sonido de los cánticos y gritos de los aficionados llenaba el aire. Pero para mí, era solo ruido de fondo. Eso fue hasta que lo vi a él.

Lucas estaba calentando en la banda, con la camiseta del equipo ajustada a su cuerpo atlético, concentrado en cada movimiento. Algo en él me atrapó. No era solo su físico, sino la determinación en su mirada, la pasión en sus gestos. Y por un segundo, nuestros ojos se encontraron. No sé si él me vio, o si fue solo mi imaginación, pero ese breve instante cambió todo.

Después del partido, Clara y yo fuimos a un bar cercano para celebrar, o al menos eso era lo que ella quería. Me encontraba absorta en mis pensamientos, repasando el momento en que vi a Lucas cuando, para mi sorpresa, lo vi entrar por la puerta. Estaba rodeado de compañeros, riendo y relajado, pero algo en su postura parecía buscar algo... o alguien.

—¿ _____, me estás escuchando? —me interrumpió Clara—. ¡Mira quién acaba de entrar!

Antes de que pudiera responder, Lucas se acercó a nuestra mesa, con una sonrisa juguetona en el rostro.

—¿Esta silla está ocupada? —preguntó, señalando la silla vacía a mi lado.

Clara, asombrada y casi sin poder hablar, asintió rápidamente antes de levantarse, dándonos espacio.

—Hola —dije, un poco nerviosa, sin saber qué decir.

—Hola —respondió él, inclinándose hacia mí—. Te vi en el estadio, entre tanta gente. No sé por qué, pero no pude dejar de pensar en ti desde entonces.

No podía creer lo que estaba escuchando. Era como si el universo hubiera decidido, en un giro del destino, unir nuestros caminos de la manera más improbable.

Desde esa noche, todo cambió. Lucas y yo comenzamos a vernos con más frecuencia, pero siempre en secreto. Su vida pública no permitía una relación sencilla, y mi vida, tan diferente de la suya, complicaba las cosas. Pero a pesar de todo, estábamos dispuestos a intentarlo.

Había momentos en los que todo parecía perfecto. Las noches en su apartamento de Londres, donde compartíamos risas, charlas interminables sobre la vida, los sueños y nuestras inseguridades. Él me hablaba de la presión de ser un futbolista, de cómo a veces sentía que todos lo miraban, esperando que fallara.

—Es agotador, ______ —me confesó una noche, tumbado a mi lado en la cama—. Todo el mundo piensa que lo tengo todo, pero a veces siento que no soy más que una pieza en su juego.

—Tú no eres una pieza, Lucas —le respondí, acariciando su rostro—. Eres mucho más que eso. Y aunque no puedo entender completamente tu mundo, estoy aquí para ti. Siempre.

Esas palabras parecían calmarlo, pero en el fondo sabía que la presión de su carrera y nuestra relación secreta lo desgastaban.

Sin embargo, no todo era color de rosa. Había días en los que el peso de nuestra situación era abrumador. Sabía que él tenía una vida que lo alejaba constantemente, y yo... bueno, no podía evitar sentirme insegura a veces. Las noticias, las fotos de él en eventos, rodeado de modelos y fanáticas, me hacían dudar.

—No puedo ser solo una más, Lucas —le dije una tarde, después de haber visto una foto suya con otra chica en una revista—. No puedo ser la que te espera mientras todo el mundo te tiene.

Él me miró, con una mezcla de frustración y ternura en sus ojos.

—Tú no eres solo una más, _____ —dijo con firmeza—. Eres lo único real en mi vida. Sé que esto no es fácil, pero te juro que estoy aquí por ti. Tú y yo... somos diferentes. Esto es diferente.

Sus palabras me tranquilizaban, pero había algo dentro de mí que no dejaba de sentir que nuestra historia, por muy intensa y real que fuera, estaba siempre al borde de romperse.

Un día, después de un partido importante, Lucas me llamó y me pidió que nos viéramos en nuestro lugar secreto, una pequeña casa en la costa donde nadie nos conocía. El sol se estaba poniendo cuando llegué, y lo encontré sentado en la arena, mirando el horizonte.

Me acerqué, sentándome a su lado en silencio. Él no dijo nada al principio, solo entrelazó su mano con la mía.

—A veces pienso que todo esto es un sueño —dijo finalmente—. Que lo nuestro es demasiado perfecto para ser real.

—No es un sueño, Lucas. Estoy aquí. Esto es real.

—Lo sé —respondió, mirándome a los ojos—. Pero también sé que no puedo seguir ocultándote. Quiero que todo el mundo sepa lo que significas para mí. Quiero que estemos juntos, de verdad.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Era posible? ¿Podría Lucas y yo dejar de escondernos y vivir nuestro amor sin miedo?

Esa noche, bajo el cielo estrellado, Lucas me hizo una promesa. Una promesa de que, sin importar los obstáculos, sin importar la distancia o la fama, siempre me elegiría. Y aunque el futuro era incierto, en ese momento supe que no importaba. Porque él y yo, juntos, podíamos con todo.  Eso éramos nosotros. Una historia que, a pesar de todo, seguiría luchando por sobrevivir.

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⏰ Última actualización: 14 hours ago ⏰

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