Cristo Muñoz

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Mi vida está entrelazada con el fútbol de una manera que solo puedo describir como mágica. Vivo en Barcelona, una ciudad donde el fútbol es más que un deporte, es una forma de vida. Y en este entorno apasionado, mi amistad con Gavi, jugador del FC Barcelona, me llevó a conocer a Cristo, un joven talento del FC Barcelona B.

Gavi y yo nos conocimos gracias a su hermana Aurora. Conectamos instantáneamente por nuestra pasión compartida por el fútbol y nuestra devoción por el FC Barcelona. Nos convertimos en inseparables, compartiendo alegrías y tristezas tanto dentro como fuera del campo.

Fue durante uno de los partidos del Barcelona B que conocí a Cristo. Gavi me había invitado a ver el partido desde las gradas y a conocer a sus compañeros después del juego. Cristo destacaba en el campo, con su habilidad excepcional como medio centro y su determinación palpable en cada jugada.

Después del partido, Gavi nos presentó y rápidamente entablamos una conversación animada sobre fútbol y la vida en general. Cristo resultó ser un chico encantador, con un sentido del humor contagioso y una pasión ardiente por el juego.

—Entonces, _______, ¿qué te parece el partido? —preguntó Cristo con una sonrisa amistosa.

—¡Fue increíble! —respondí emocionada—. Realmente tienes un talento excepcional en el campo, Cristo.

Él sonrió modestamente, agradeciendo el cumplido.

—Gracias, _____. Significa mucho viniendo de ti.

La conversación fluyó fácilmente entre nosotros, y pronto nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común más allá del fútbol. Hablamos sobre nuestros sueños, nuestras pasiones y nuestras experiencias de vida. Cristo era un oyente atento y un compañero divertido, y me sentí cómoda compartiendo mis pensamientos más íntimos con él.

Mientras hablábamos, Gavi se unió a la conversación y la atmósfera se llenó de risas y camaradería. Era evidente que Gavi y Cristo tenían una conexión especial, una amistad forjada en el campo de juego y fortalecida por su amor mutuo por el fútbol.

Después de aquel encuentro en el estadio, Cristo y yo comenzamos a salir juntos. Nuestra amistad se transformó en algo más profundo y significativo, y pronto nos dimos cuenta de que había una conexión especial entre nosotros que iba más allá de la amistad. Cada momento que pasábamos juntos era mágico, lleno de risas, conversaciones profundas y complicidad.

Una tarde soleada, decidimos dar un paseo por la playa, disfrutando del sonido de las olas y el suave murmullo del viento. Mientras caminábamos, tomados de la mano, Cristo me miró con cariño y habló en un tono suave.

— _______, hay algo que quiero decirte —dijo, su voz llena de emoción—. Estos últimos meses contigo han sido increíbles. Me haces feliz de una manera que nunca creí posible.

Mi corazón latía con fuerza mientras lo escuchaba, anticipando sus palabras.

—Yo también me siento así, Cristo. Eres una parte especial de mi vida, y cada día que pasa estoy más segura de lo que siento por ti.

Con una sonrisa radiante, Cristo me tomó entre sus brazos y me besó con ternura. Fue un momento mágico, lleno de amor y promesas de un futuro juntos.

Sin embargo, nuestra felicidad se vio empañada por la reacción de Gavi, mi amigo y tambien amigo de Cristo . Cuando se enteró de nuestra relación, Gavi se mostró distante y frío, evitando tanto a Cristo como a mí.

Una tarde, después de un partido de Fcbarcelona b, Gavi me abordó con una mirada de furia en sus ojos.

—¿Qué estás haciendo con Cristo? —exclamó, su voz llena de ira—. Él no es bueno para ti. No entiendes lo que estás haciendo.

Me quedé atónita por su reacción, sin comprender por qué estaba tan enojado.

—Gavi, ¿qué quieres decir? Cristo y yo nos amamos, ¿no deberías estar feliz por nosotros?

Gavi sacudió la cabeza con frustración.

—No lo entiendes,_____. Cristo... él no es el chico adecuado para ti. No puedes confiar en él.

Sus palabras me hirieron profundamente, y me di cuenta de que había más en su reacción de lo que parecía a simple vista. Parecía que Gavi estaba luchando con sus propios sentimientos y eso estaba afectando nuestra amistad de manera negativa

Decidí enfrentar la situación con calma y comprensión, sabiendo que nuestra amistad valía la pena luchar por ella.

—Gavi, entiendo que estés preocupado por mí, pero necesito que confíes en mi juicio. Cristo es importante para mí, y no puedo ignorar lo que siento por él. Espero que puedas aceptar nuestra relación y seguir siendo parte de nuestras vidas.

Gavi me miró con tristeza, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y resignación.

—Lo siento, _______. No quería causarte problemas. Solo... prométeme que te cuidarás, ¿de acuerdo?

Asentí con gratitud, sintiendo un nudo en la garganta por la tensión entre nosotros.

A pesar de los desafíos que enfrentamos, decidimos seguir adelante con nuestra relación, sabiendo que el amor que compartíamos era más fuerte que cualquier obstáculo. Y con el tiempo, Gavi comenzó a aceptar nuestra relación, reconociendo que lo más importante era nuestra felicidad y bienestar.

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