Frenkie De Jong

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Nunca pensé que mi vida daría un giro tan drástico. Era una tarde de primavera, una de esas que te invitan a soñar y a perderte en las calles de Barcelona. Aunque soy catalana de nacimiento, nunca he sido una gran aficionada al fútbol. Claro, sé quiénes son los jugadores más importantes del Barça, pero mi pasión siempre ha sido la música, no el deporte.

Estaba en mi cafetería favorita, cerca de la Sagrada Familia, disfrutando de un café con leche y hojeando una revista de moda, cuando todo cambió. Levanté la vista y lo vi entrar. Frenkie de Jong, el centrocampista holandés del FC Barcelona. No era fácil pasarlo por alto: alto, rubio y con un aire despreocupado que contrastaba con su fama en el campo. Pensé que estaría rodeado de fans, pero sorprendentemente, parecía estar solo.

Para mi asombro, se acercó a la mesa contigua a la mía y se sentó. Sacó un libro de su mochila, algo que nunca hubiera esperado ver en manos de un futbolista famoso. La curiosidad me venció y, antes de darme cuenta, estaba mirándolo fijamente. Se dio cuenta y me sonrió, rompiendo el hielo de una manera que nunca hubiera imaginado.

—¿Te gusta la literatura? —preguntó con un acento suave.

Me quedé muda por un momento. ¿Un futbolista preguntándome sobre libros?

—Sí, bastante —respondí, tratando de no parecer demasiado sorprendida—. ¿Y tú? ¿Qué estás leyendo?

Levantó el libro para que pudiera ver la portada. Era una novela de Haruki Murakami, uno de mis autores favoritos.

—Murakami es genial —dije sin pensar—. No esperaba encontrar a alguien leyendo sus libros en una cafetería, y mucho menos a un futbolista.

Se rió, un sonido que resultó contagioso.

—Hay muchas cosas que la gente no sabe sobre nosotros los futbolistas —dijo, encogiéndose de hombros—. ¿Te importa si me uno a ti?

Asentí, todavía en shock por la casualidad del encuentro. Durante las siguientes horas, hablamos de todo: literatura, música, y la vida en Barcelona. Frenkie resultó ser una persona increíblemente humilde y apasionada por muchas cosas más allá del fútbol.

Una tarde, decidimos dar un paseo por el Barrio Gótico. Las estrechas calles empedradas y la arquitectura histórica siempre me habían fascinado. Mientras caminábamos, Frenkie me habló de su infancia en Holanda, de cómo comenzó a jugar al fútbol y de su transición a la vida en Barcelona. Yo compartí con él mis sueños de convertirme en cantante profesional y nuestras conversaciones fluían con una naturalidad sorprendente.

—¿Alguna vez has pensado en dejar todo y hacer algo completamente diferente? —pregunté, curiosa por saber si alguna vez había contemplado una vida fuera del fútbol.

Frenkie se detuvo un momento, considerando mi pregunta.

—A veces, sí. Pero el fútbol es parte de mí. No puedo imaginar mi vida sin él. Sin embargo, me gusta pensar que hay más en la vida que solo eso. Como la música para ti.

Sonreí, apreciando su honestidad. Nuestra conexión iba más allá de nuestras diferencias superficiales, y empezaba a darme cuenta de lo mucho que significaba para mí.

Y una noche, mientras cenábamos en un restaurante pequeño y acogedor en el Born, Frenkie tomó mi mano y la sostuvo entre las suyas.

—Hay algo que quiero decirte. Estos últimos meses han sido increíbles. Nunca imaginé que encontraría a alguien como tú aquí, alguien que me vea por quien soy y no por lo que hago en el campo.

Mi corazón latía con fuerza. Sentía lo mismo, pero tenía miedo de las complicaciones que una relación con una estrella del fútbol podría traer.

—Frenkie, yo también siento lo mismo. Pero tu vida es tan... pública. No sé si estoy preparada para eso.

Me tomó las manos y las apretó con suavidad.

—Podemos enfrentar cualquier cosa juntos, ________. No quiero perder lo que tenemos por miedo a lo que puedan decir o pensar los demás.

Lo miré a los ojos y supe que hablaba en serio. La vida es demasiado corta para dejar pasar oportunidades por miedo. Así que decidí arriesgarme.

—Está bien, Frenkie. Estoy dispuesta a intentarlo si tú lo estás.

Sonrió, y en ese momento supe que había tomado la decisión correcta. Desde entonces, hemos aprendido a navegar juntos por las aguas tumultuosas de su vida pública y mi mundo más privado. No siempre es fácil, pero cada día descubro más razones para amarlo.

Nuestra historia es una prueba de que el amor puede surgir en los lugares más inesperados y que, a veces, la mejor jugada es simplemente seguir el corazón. Y así, continuamos nuestro camino juntos, aprendiendo a amar nuestras diferencias y a disfrutar de cada momento compartido. Porque, al final, descubrimos que el amor verdadero no conoce fronteras ni equipos, y que juntos, éramos invencibles.

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