Fermín Lopez

2.3K 44 0
                                    

Las hojas crujían bajo mis pies mientras caminaba por el parque, el aire fresco de otoño acariciando mi rostro. Fermín y yo nos conocimos en una librería, un lugar que ambos considerábamos mágico. Desde ese día, nuestras vidas se entrelazaron de una manera que ni uno de nosotros podría haber anticipado.

— Fermín, ¿puedes creer que ya ha pasado un año desde que nos encontramos en la librería? —le dije mientras nos sentábamos en un banco, el sol de la tarde iluminando nuestro pequeño rincón.

Él sonrió, sus ojos oscuros brillando con esa mezcla única de travesura y ternura. — A veces parece que fue ayer, y otras como si siempre hubieras estado en mi vida.

La complicidad entre nosotros era palpable, y la charla fluyó como un río sereno. Compartimos risas sobre nuestras primeras impresiones el uno del otro y cómo nuestros gustos literarios tan diferentes nos unieron en lugar de separarnos.

— Sabes, cuando te vi por primera vez, pensé que eras alguien que solo leía novelas románticas —confesó Fermín, riendo—. Pero descubrir que también amas la ciencia ficción fue una agradable sorpresa.

— Y tú, con ese aire de chico misterioso que en realidad es un amante de la poesía. ¿Quién lo hubiera imaginado? —respondí, riendo también.

Con el tiempo, nuestras conversaciones se volvieron más profundas, explorando nuestros sueños, deseos y temores. Fermín compartió sus planes de abrir su propia librería, mientras yo expresaba mi anhelo de escribir un libro algún día. Cada palabra pronunciada se convirtió en un eslabón más fuerte entre nosotros.

— Me encanta cómo hablamos de todo, incluso de los detalles más pequeños de la vida. Es como si pudiera contarte cualquier cosa —comentó Fermín, mirándome con esa mirada que hacía que mi corazón latiera más rápido.

— Sí, es como si nuestros pensamientos estuvieran en sintonía. Nunca me había sentido tan conectada con alguien antes —confesé, sintiendo la calidez de su mano sobre la mía.

Una suave brisa mecía las hojas de los árboles a nuestro alrededor, y Fermín llevó la conversación a un tono más serio.

— ¿Te imaginas un futuro juntos, construyendo nuestras propias historias mientras navegamos por esta vida? —preguntó, su mirada intensificándose.

Mis ojos encontraron los suyos, y en ese momento supe que estábamos escribiendo nuestra propia historia de amor. Asentí con una sonrisa, emocionada por lo que el destino nos tenía reservado.

— Sí, Fermín, me encantaría explorar el futuro a tu lado. Juntos, como los protagonistas de nuestras propias novelas.

A medida que la noche avanzaba, decidimos detenernos en un pequeño café que estaba iluminado por luces tenues y tenía un ambiente acogedor. Nos sentamos en una esquina tranquila, rodeados por el suave murmullo de conversaciones y el aroma del café que llenaba el aire.

Fermín y yo continuamos nuestra charla, ahora explorando los detalles más prácticos de nuestro futuro juntos. Hablamos sobre cómo manejaríamos la distancia, las visitas que planeábamos y las maneras en que apoyaríamos los sueños individuales del otro.

— No importa dónde estemos físicamente, siempre seremos un equipo, ¿verdad? —dijo Fermín, tomando mi mano con seguridad.

— Siempre —respondí con una sonrisa—. Juntos superaremos cualquier desafío que se nos presente.

El camarero nos sirvió dos tazas de café humeante, y mientras disfrutábamos del cálido brebaje, el ambiente a nuestro alrededor se llenó de risas y susurros. Hablamos sobre las pequeñas cosas que nos hacían felices y los momentos que atesoraríamos en los días venideros.

De repente, Fermín sacó un pequeño cuaderno de su mochila, revelando que había estado escribiendo poemas sobre nuestra historia desde que nos conocimos.

— Pensé que estos podrían ser un buen regalo para recordar este último verano juntos —explicó, con una mezcla de timidez y orgullo en su voz.

Hojeamos las páginas juntos, y cada palabra escrita con amor capturaba momentos especiales que compartimos. Era como si cada poema fuera una instantánea de nuestro tiempo juntos, una forma hermosa de encapsular la esencia de lo que significaba estar enamorados.

— Fermín, esto es increíble. No puedo creer que hayas estado escribiendo sobre nosotros todo este tiempo —le dije, con los ojos brillando de admiración.

Él sonrió tímidamente. — Es la única manera que tengo de expresar lo que siento por ti. Quería que tuvieras algo tangible para recordar siempre nuestro amor.

Guardé el cuaderno con ternura, sintiendo el peso de su cariño entre mis manos. Sabía que esos poemas se convertirían en un tesoro, recordatorios eternos de este capítulo tan especial de nuestras vidas.

La noche avanzó y, mientras nos despedíamos en la puerta del café, la luna brillaba en lo alto. Nos dimos un último abrazo, prometiéndonos que aunque nuestros caminos tomaran direcciones diferentes temporalmente, nuestro amor permanecería inalterado.

— Hasta pronto, mi amor. Nos vemos en cada página que escribamos de aquí en adelante —dijo Fermín, plantando un suave beso en mi frente.

Asentí, con lágrimas de felicidad en mis ojos. — Hasta pronto, Fermín. Nuestra historia solo está comenzando.

Nos separamos con corazones llenos de amor y esperanza, llevándonos con nosotros los recuerdos de este último verano mágico. Aunque la distancia se interponía, sabíamos que nuestro amor era más fuerte, resistente como las páginas de un libro que continúa escribiéndose capítulo tras capítulo.

One shots futbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora