Declan Rice

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Noches silenciosas, susurros en la penumbra de mi habitación. El único testigo de mis secretos más profundos es el teléfono que sostengo entre mis manos temblorosas. Cada noche, cuando la luna se alza en el cielo, siento la urgencia de marcar un número prohibido. Su nombre es Declan.

—Hola, ¿puedo hablar contigo? —mi voz apenas audible se escabulle en la oscuridad.

—Por supuesto, siempre estoy aquí para ti —responde él, su tono cálido se filtra a través del auricular.

Mientras mi novio duerme ajeno a esta conexión clandestina, comparto con Declan mis pensamientos más íntimos, mis anhelos y mis miedos. La complicidad entre nosotros se construye en susurros cómplices, risas apagadas y confesiones que solo el silencio nocturno puede guardar.

—¿Recuerdas aquel día en el parque? —le pregunto, mi voz susurrante evoca recuerdos compartidos.

—Sí, cómo olvidarlo. Fue un día perfecto —Declan responde con nostalgia.

La verdad es que mi corazón siempre ha pertenecido a Declan, aunque sea mi novio quien comparta mi presente. Las fotografías guardadas en una caja secreta debajo de mi cama son un testamento visual de nuestra historia. Instantáneas que capturan momentos robados, sonrisas compartidas y miradas que revelan más de lo que las palabras podrían expresar.

—Aún guardo esas fotos, Declan. Son como pequeños tesoros que atesoro en la oscuridad —confieso, sintiendo la necesidad de liberar este peso que llevo en el pecho.

—Yo también las guardo, sabes. Aunque estemos separados, esos recuerdos son preciosos para mí —admite Declan, con su voz cargada de emociones contenidas.

Cada conversación nocturna es un acto de equilibrio entre la realidad y la fantasía, entre el compromiso y la atracción prohibida. Mis noches se vuelven un laberinto de deseos reprimidos y decisiones que me consumen, pero la llama que arde por Declan persiste, iluminando las sombras de mi corazón.

—¿Alguna vez has pensado en nosotros, en lo que podría haber sido? —pregunta Declan con cautela.

—Todas las noches, Declan. Pero la realidad es que estoy atrapada en un laberinto del cual no sé cómo salir —confieso, las lágrimas caen y se confunden con la oscuridad.

La verdad flota en el aire, tan tangible como la conexión entre nosotros. Las palabras no pronunciadas se acumulan, creando una barrera invisible entre lo que deseamos y lo que es.

—Algún día encontraremos la salida, juntos o por separado. Mientras tanto, seguiré siendo la luz en tus noches oscuras —declara Declan, su voz resonando con una promesa no dicha.

Así las noches se convierten en nuestro refugio secreto, donde las confesiones son la moneda de cambio y las palabras, las hilos que nos unen. Cada conversación se convierte en una huida momentánea de la realidad, un oasis donde nuestras almas se encuentran aunque nuestros cuerpos estén separados por la distancia y las circunstancias.

A medida que el tiempo avanza, la tensión en mi pecho crece. El peso de la mentira y la traición se vuelve más difícil de sostener. Mi relación con mi novio se resiente, y aunque trato de mantener las apariencias durante el día, las noches se convierten en un recordatorio implacable de mi doble vida.

—Declan, siento que me estoy perdiendo a mí misma —confieso una noche, con el peso de la verdad que me ahoga.

—Entiendo, pero debes ser honesta contigo misma y con los demás. La verdad puede ser dolorosa, pero es el único camino hacia la autenticidad —responde él, con su voz serena pero firme.

Sus palabras resuenan en mi interior como un eco persistente. La verdad parece un monstruo indomable, pero sé que no puedo seguir escondiéndome detrás de sombras y promesas rotas.

Una tarde, después de semanas de agonía, tomo una decisión. Me enfrento a mi novio y le confieso la verdad, una verdad que ha estado acechando en las sombras durante demasiado tiempo. El dolor en sus ojos es insoportable, pero la liberación de la mentira es como un peso levantado de mis hombros.

Con el corazón en la mano, enfrento las consecuencias de mis acciones. La relación con mi novio llega a su fin, pero a medida que las puertas se cierran, una ventana se abre hacia la posibilidad de una verdad más auténtica.

—Declan, he tomado una decisión. No sé qué nos depara el futuro, pero quiero enfrentarlo contigo, sin mentiras ni secretos —le confieso en una de nuestras conversaciones nocturnas, esta vez con un tono de determinación.

—Estoy aquí para ti, siempre lo he estado. Juntos podemos enfrentar lo que venga, paso a paso —declara él, con su voz cargada de esperanza.

A medida que las sombras del pasado se disipan, la luz del nuevo comienzo comienza a brillar. Mis noches ya no están marcadas por la clandestinidad, sino por la honestidad y la posibilidad de un amor que ha resistido la prueba del tiempo.

One shots futbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora